Desnuda veo a la luna enredada en mi cabello,
recogiendo mis insomnios.
Me encuentro lloviéndote,
mirando mis manos infértiles
desdoblando los siglos de oro en mí ser:
la ausencia en toda mi esperanza.
Me veo besando el ayer en el espejo,
cociendo mi cintura con lágrimas de ausencia
¿El olvido es uno?
Me inundo a media caída.
Tú que eres niebla y a la vez sol,
recógeme de las espesas sales,
para poder besar la perpetuidad de lo que ya no es.
Esto que congela la distancia
y envenena mis labios.
Sáciame de tu piel
que yo quiero arder mis pies en los braseros de la angustia más sola
dentro de estas paredes.
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