Tú que llegas con el paso de la luna
y te marchas con la brizna de los amagos del sol:
Él, que teje y desteje las huellas de mi luz,
mece mis manos en posición del mediodía,
regresa mis ojos a la soledad de la hora.
Amanece conmigo, llévate mis mañanas,
besa la comisura de mis luces
y desvanécete en la eterna angustia
para dejarme sólo a veces, a voces sola.
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