Diamantina, lentejuelas, plumas, drogas, sexo y alcohol han sido parte de la vida y trayectoria de Elton John, aquel niño rechoncho y tímido de Pinner, Inglaterra, que creció para convertirse en uno de los mejores artistas de las últimas décadas y cuya historia llegó este fin de semana con Rocketman.
Más cerca de musicales como Moulin Rouge, Jersey Boys o incluso La La Land que de Bohemian Rhapsody (afortunadamente), Rocketman narra a punta de flashbacks episodios clave en la vida de Reggie, y que están llenos de dolor o soledad, pero cubiertos por una capa de colores intensos y toques de azucarada magia, aderezadas con algunos de sus imprescindibles éxitos, como Bennie and the Jets, Crocodile Rock, Goodbye yellow brick road, Candle in the wind y, por supuesto, Rocketman, que de la mano de Giles Martin, productor musical de la película, revive con bellos, audaces y sutiles arreglos.
Así, con un conmovedor guion a cargo de Lee Hall, Rocketman muestra su infancia desdichada con un padre distante y una madre voluble (una soberbia Bryce Dallas Howard), su llegada a la Real Academia de Música impulsada por su abuela (conmovedora Gemma Jones), su bella y fructífera amistad con Bernie Taupin (un Jamie Bell noble y leal), sus conciertos en el Troubadour de Los Ángeles, y la llegada de su amante y agente John Reid, (interpretado por un diabólicamente sensual Richard Madden), la serpiente en el Paraíso que tentaría a Elton-Adan con una vida de lujos, despilfarros, drogas y extravagancias.
A partir de aquí, la película muestra la caída libre de Elton en una espiral de alcohol, cocaína, violencia y peleas de las que, como buena feel good movie, ya sabemos el final, que va a ritmo -obviamente- de una esplendorosa y alegre canción suya.
Líneas aparte merece Taron Egerton. El joven galés salido de las filas de Kingsman da la vida en todas y cada una de las canciones (porque él las interpretó todas sin mezclas o voces adicionales), y lo que le puede faltar en voz, lo suple con creces mediante el corazón, para así contar una historia, sí con su buena dosis de dolor y tragedia pero también llena de alma y encanto.
Sabemos que los musicales son predecibles hasta cierto punto en presentar finales felices, pero es mucho mérito de Dexter Fletcher tratar (con éxito) de tomar distancia de Bohemian Rhapsody y darle a Rocketman un giro y contar si no todo, mucho del dolor y soledad de Reginald Dwight, el hombre detrás del músico, un cohete cargado de magia, soledad, alegría y, sobre todo, grandes canciones para recordar.
Bien lo dijo el mismo Elton: “él entendió el punto, que era hacer algo que fuera como vida: caótica, divertida, furiosa, horrible, brillante y oscuro. Obviamente no todo es verdad, pero es la verdad”.