Una de las cosas que más disfruto de las distopías y de algunos relatos o novelas de ciencia ficción es que colocan al ser humano en situaciones que lo sacan de balance y lo obligan a buscar alternativas ante el cambio abrupto de las cosas. Y justo en esta descolocación es cuando el ser humano, desapegado de su seguridad pero con ganas de superar los obstáculos, tiene que encontrar la manera de seguir existiendo frente a sus nuevas condiciones.
Y vaya que sobrevive, pero lo importante es el cómo y hasta dónde hará lo necesario para sobrevivir a las “adversidades”. Pienso en 1984, un mundo en donde no hay privacidad y todo es público. ¿Qué hace el ser humano frente a la manipulación y la opresión de sus libertades individuales? En Blade Runner llega la inteligencia artificial y se plantean dilemas sobre la moralidad. ¿Cómo actúa el ser humano ante esto? En Matrix, cuando Neo se da cuenta de que todo es una simulación, ¿qué hará al descubrir la verdad? ¿De qué manera luchará para “despertar” a la humanidad del sueño en que el engaño la tiene atrapada?
Al final se trata de la supervivencia. Y no sólo en ejemplos cinematográficos conocidos por gran cantidad de personas (Terminator es otro caso, La guerra de los mundos), también en la literatura, por ejemplo algunos cuentos de Andrea Chapela o de Ted Chiang. Siento que muchos ponen sobre la mesa la pregunta sobre el actuar del ser humano frente a las condiciones de vida que se les imponen y qué implicaciones tienen los alcances de su propia salvación.
_______________
Te invitamos a leer: Vidas pasadas o de por qué no deberíamos abrir algunas puertas
_______________
Hace unos días terminé de leer Cadáver exquisito de la escritora argentina Agustina Bazterrica, un libro que plantea un mundo distópico en el que los animales, por algún tipo de virus incurable, se encuentran en condiciones que ya no permiten que sean alimento seguro para los seres humanos. Con esta situación es necesario hallar alternativas para la alimentación de la población. Y uno pensaría: comamos frutas y verduras. Pero no, ¿por qué habríamos de hacer algo tan ordinario si podemos comer otros seres humanos y criarlos como criamos puercos y vacas exclusivamente para nuestro consumo?
Otra cosa que me llama muchísimo de las distopías es que suelen mostrar lo peor de los seres humanos. En este intento por sobrevivir y vencer los obstáculaos sale a relucir lo podridos que realmente estamos, y lo peor: darnos cuenta de que no necesitamos situaciones límite para que salga a relucir la podredumbre, ¿en serio está bien criar puercos y vacas de esta manera?
Esta reseña de Cadáver exquisito va con spoilers.
Nuestro protagonista, Marcos, es el encargado de un frigorífico que conserva y selecciona carne humana para consumo de otros humanos. Marcos está separado de su esposa y ambos atraviesan, a su manera, un duelo por la muerte de su pequeño hijo. Además, el padre de Marcos está enfermo y se encuentra inernado en una suerte de asilo con una enfermera que lo cuida ininterrumpidamente. Un día Marcos recibe un regalo: una mujer criada para consumo. Al estar solo en casa, en medio del duelo y la inminente muerte de su padre, comienza a pensar en esta mujer como una especie de compañera. Los seres humanos criados para consumo humano no tienen ya cuerdas vocales y carecen de muchas habilidades adquiridas normalmente, pues han sido privados de este aprendizaje. Pero Marcos se ha empeñado en cuidar a la suya, le ha dado un nombre incluso: Jazmín; la ha alimentado casi como una persona (no sólo dejándole un plato en el cobertizo trasero), se ha esforzado por vestirla, bañarla, enseñarle un poco lo que es el mundo. Y también ha hecho algo que esta sociedad tiene prohibido: tener relaciones sexuales con una mujer destinada para el consumo es el peor de los crímenes en este mundo, pero Marcos lo ha hecho y Jazmín está embarazada. Marcos guarda este secreto tan bien como puede, pero a la hora del nacimiento recurre a su esposa por ayuda; ella al principio se muestra reacia, pero cede ante el hecho de poder salvar a un recién nacido. Y así sucede. Una vez que el bebé está en sus brazos Jazmín vuelve a ser tratada como antes: nada más que un medio para un fin. Marcos y su esposa de alguna forma han ganado otra oportunidad para tener un hijo.
La novela es muy inteligente y atina prefectamente en mostrar el lado más ruin de los seres humanos: la avaricia, la crueldad, amén de las terribles decisiones que se han tomado con tal de seguir la vida. Por ahí hay una escena con la hermana de Marcos, en donde se evidencia la deshumanización total de la que son víctimas estos seres destinados al consumo humano, y también la crueldad y el cinismo de una sociedad que con la mano en la cintura se pone encima de los otros y los utiliza.
La ciencia ficción y las distopías también nos recuerdan, a veces, que ser desconsiderados y abusivos no viene por una situación límite, sino que son conductas que se han visto a través de los años: la esclavitud, la trata de blancas, las matanzas, los genocidios, son constantes en la humanidad, que están ahí por avaricia, crueldad y delirio de poder y de control sobre los otros.
Esta es una novela que nos hace pensar en las terribles soluciones, pero también nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza humana, bastante terrible en sí misma. Me pareció una obra excelente con un personaje reflexivo y real, con quien es sencillo identificarse, desde el dolor por la pérdida hasta el anhelo por lo recobrado, incluso a pesar de los métodos utilizados. Marcos engloba esa conciencia peligrosa que todos tenemos, ese actuar truculento en una sociedad que ha establecido ciertos límites, pero que es muy fácil romperlos con tal de alcanzar la satisfacción propia.
Qué mejor que una novela distópica para esto, pero aquí viene la pregunta incómoda: ¿acaso estamos muy lejos de ser unos cretinos ruines aunque no estemos en una distopía?