Por Hebert Camacho
¿Coincidencia fílmica? ¿Noticia soft? Estados Unidos se encarga de involucrarnos en un documento de ficción que hoy conmemora una propuesta visionaria y de un futuro que, aquellos que vivimos en la década de 1980, veíamos muy lejos.
La historia la escriben los vencedores y nosotros, como vencidos, queremos ser coparticipes de esa historia. El 21 de octubre de 2015, es la fecha marcada por la película de ficción Back to The Future como su idea del futuro. Esto ha servido de excusa para que la mayoría de medios de comunicación hablen de semejante suceso apocalíptico, mientras otros lo vemos como un proceso de integrado, por supuesto, parafraseando a Umberto Eco.
Dichos medios ven lo futurista, aquello que despierta las comparaciones, por supuesto los autos voladores y la ropa autoajustable –que es lo más gracioso-. Pero Estados Unidos no comenta nada sobre el posible combustible generado a través de la basura.
Estamos de acuerdo que en la película, Marty McFly (Michael J. Fox) y el doctor Emmett Brown (Christopher Lloyd) no podían ir muy lejos; querían ver a los padres Mc Fly aún vivos, no visión del futuro que todos nos negamos a ver: la muerte.
La reflexión gira en torno a vernos hace 30 años, cuando nunca pensamos en ser viejos. Más aún: la generación de los 80’ nunca quiso ser vieja, mientras la de los 90’ no se ha dado cuenta que ya lo es.
Y es que ya se nos preparaba para vivir del yo. El escenario nos señalaba. Ahora, nosotros señalamos al escenario; queremos dominarlo todo. El escenario no es nada si no estamos nosotros. Insertamos nuestro rostro emocionalmente cómodo en eternas selfies limitadas de horizonte y entorno.
¿Pegarnos a un anciano, científico medico loco? Sí, de acuerdo, pero sólo mientras no tenga familia ni hijos de los qué hacerse cargo. ¿Escuchar un consejo de algún anciano y, más aún, hacernos amigo de él? No, ni futuro ni presente puede generarnos esta idea.
Mientras Huey Lewis and The News cantaba el tema principal de la película y nos hacía creer en el poder del amor, los que vivimos en 1985 sabíamos que la música cambiaría el mundo. Entonces, hace 30 años juramos que Live Aid acabaría con la maldita hambre mundial a través de la música; esto significaba terminar con el hambre y los problemas reales para seguir alimentando nuestra eterna fiesta de llorar por la mujer que no nos hacía caso.
Según la propuesta fílmica de Robert Zemeckis: Si éramos jóvenes y pensábamos en un futuro -por supuesto muy divertido-, ansiamos llegar a él para ayudar a nuestros decrépitos pero exitosos padres.
Todos apuestan por lo que se ve, no por lo que se siente. Patinetas voladoras, ropa ajustable, comida que crece, un Michael J. Fox que jamás envejece, una Lea Thompson de labios delgados que nunca nos la imaginamos desnuda, pues sólo nos basta esa cara angelical de ayuda y apoyo que muchas veces pensamos encontrar en una pareja. Ningún elemento social está ajustado por algún contrato tecnológico.
El futuro soy yo, y lo que más adoro soy yo. Cuando Mc Fly regresó a su época, no lo hizo en un auto volador, sino en una camioneta 4 x4 con luces para niebla; sin embargo, nunca cambiaría su imagen del eterno adolescente americano: un par de tenis Nike, los infaltables jeans y, por supuesto, ese juvenil chaleco naranja anti sudor, anti frio, anti calentamiento global… y siempre útil para cualquier inmigrante: el inseparable chaleco de Mc Fly.