Escribir desde los ojos de los animales

Sólo un poco aquí
Foto: especial.

Cuando decido hablar de una novela suele ser porque me impresionó su narrativa, los personajes, la construcción, la manera en que está pensada y contada, en fin, todas esas cosas que me parece que conforman la gran literatura y que deben sí o sí estar presentes en una gran obra.

En esta ocasión, curiosamente, quiero hablar de una novela que no cubre tal cual los requisitos anteriores. Su estilo y forma de construcción y puesta en el papel no me pareció lo más logrado en términos técnicos y literarios. Pero el tema es algo hermoso y la mirada con que se propone es de una honestidad y de una sensibilidad extraordinarias, y estos aspectos también son dignos de destacar.

Me refiero a Sólo un poco aquí, de María Ospina Pizano, una novela que en 2023 ganó el prestigioso Premio Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la FIL Guadalajara. Es una novela que apuesta por los animales y la perspectiva de ellos. ¿Cómo existen y sobreviven en un mundo que cada vez les pertenece menos? ¿Realmente los seres humanos estamos haciendo algo bien para ellos si somos incapaces de ponernos en sus zapatos? 

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Desde hace algunos años la mirada hacia lo salvaje del ser humano frente a todas las demás especies es algo que ha crecido y se ha potenciado. Cada vez existe más conciencia sobre el daño que se hace a la flora y fauna en la que los animales tienen su hábitat, cada vez hay mayor conciencia sobre el consumo de carne y productos animales para beneficio del ser humano; en múltiples ocasiones sale a tema el debate sobre la manera en que, para entretenimiento de los humanos, el reino animal ha sido sometido a cosas terribles: en los últimos años se ha enfatizado muchísimo en la verdadera crueldad de actos que por nuestro egoísmo e ignorancia eran considerados divertimento o formas amables de pasar el rato (las corridas de toros y los circos no son ya en primera instancia una manera de entretención sino un mecanismo de tortura).

La novela de María Ospina Pizano busca, de manera directa, dar voz a los animales y contar su vida con ellos como protagonistas. Mediante un narrador omnisciente que los tomará a ellos como centro de la trama aparecen Mona y Kati, un par de perras que, en distintas circunstancias, se quedan sin dueño y son llevadas a una suerte de refugio en donde las cuidan y buscan darlas en adopción. Qué hermoso, pensaríamos, porque los seres humanos quieren salvarlas y protegerlas. En parte sí, pero en realidad no se trata de los seres humanos y su heroísmo, sino de las perras. María nos demuestra que podemos ser muy rescatistas y salvadores, pero en realidad no sabemos lo que las perras sienten al ser arrancadas de sus entornos usuales e insertadas en espacios que les resultan ajenos; no sabemos lo que atraviesa sus cuerpos cuando tienen que convivir con otros perros que también las sacan de su balance (que incluso pueden atacarlas); no entendemos, a pesar de nuestra amabilidad, los fuegos internos que las atraviesan. 

Eso, por un lado, las historias de perras cercanísimas a nosotros, ¿quién no ha tenido un perro como animal de compañía? Por otro, María se aventura a contar la hermosa historia de un pájaro que recorre el mundo, lo que ve, lo que siente, las peripecias que debe hacer para su supervivencia, las distancias inmensas, el cambiante clima y los múltiples obstáculos —muchos de ellos de factura humana— a los que se enfrenta.

Sólo un poco aquí
Sólo un poco aquí, de Maria Ospina Pizano. Foto: especial.

Finalmente, la historia de la bebé puercoespín, víctima de las circunstancias, que termina siendo adoptada momentáneamente por una mujer que procura salvarla, alimentarla, cuidarla. Otra vez qué bonito, ¿verdad? Pero la historia de esta pequeña es triste porque la naturaleza es dura y más duros los lineamientos humanos frente a la salvaje realidad animal. Esta cachorra se quedó sin su madre debido a que ésta fue asesinada por un perro: Después del heroico rescate, la buena samaritana (que le da leche materna todos los días) resulta en la encrucijada del sistema penal: está incurriendo en un delito terrible, pues es ilegal tener un animal salvaje como mascota y está obligada a entregarla a un centro de adaptación de especies o ir a la cárcel. Se supondría que habría un final feliz ante el rescate adecuado de una especie indefensa. Pero ¿sobrevivirá la pequeña en su hábitat? ¿Cómo será su vida sin haber conocido más que el abrazo de una humana y su amable leche materna? En el libro no alcanzamos a saber el destino, pero María nos lleva hábilmente a que imaginemos lo peor.

Insisto en que como novela, Sólo un poco aquí, no me parece de enorme artificio ni genialidad literaria, los párrafos son cansados y la poca intervención de voces distintas o diálogos exige gran atención para no perder el hilo. Literariamente puede mejorar mucho, pero el tema me parece de lo más atrevido y la manera de ponerlo sobre la mesa es sumamente original y arriesgado.

La realidad es que la vida animal está al lado de nosotros, pero ya no reparamos en ello. Y creo que María nos abre los ojos ante las relaciones que establecemos con nuestros animales. Porque claro que hay bondad en los humanos ante las especies, pero por lo general la perspectiva está puesta siempre del lado de los seres humanos y jamás de los animales. Y eso es uno de los grandes logros de esta novela.

Otra cosa que me gustó de Sólo un poco aquí, y que está muy sutilmente puesta, es que en las mínimas intervenciones de los seres humanos, María los pone tristes, frustrados, descolocados, sin saber qué hacer, y eso contribuye a ponerlos en un plano inferior que me parece da un ambiente exacto a la novela. 

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