Hay que hacer y rehacer…
Sacarlo desde abajo
con su peso de cadáver.
Con su nada entre las manos,
para afinarle punta
a sus palabras.
Darle un puñetazo
que con sus trampas cotidianas,
taladra en el vacío del aire.
Un poema escondido
es una espina que no revela
su agudeza asesina.
Insomne, y siempre voraz,
el poema nada dice
entre diente y diente,
entre lengua y lengua.
Es un cúmulo de algas entre arterias vivas.
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