Las recientes inundaciones que ha sufrido la Ciudad de México se deben a la falta de infraestructura, el modo de vida de la capital -y su zona conurbada-, el exceso de basura y de cemento; así como la escasez en la siembra de árboles, señaló el investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM, David Adams.
A través de un boletín de prensa, la Universidad Nacional recogió declaraciones del especialista, quien apuntó que las lluvias de estos días en la capital “son intensas, pero están dentro del rango normal”.
“Climatológicamente, las actuales lluvias en el país son normales, pues la temporada comienza en mayo, generalmente con precipitaciones intensas, incluso con granizo. Continúan en junio y julio, y a mediados de julio y en agosto reducen su frecuencia durante la canícula (periodo más caluroso del año), aunque la intensidad es variable. Así que son lluvias fuertes, pero no anormales”, detalló.
Añadió que a finales de agosto las precipitaciones vuelven a la capital del país, y dentro de este periodo pueden ser muy intensas, como las que están ocurriendo.
Sin embargo, las lluvias no pueden ser consideradas como anormales y para prevenir problemas como los que afectaron a la Ciudad de México el pasado jueves y viernes, una de las alternativas es la siembra de más árboles. “Si sembráramos más árboles, no dejáramos que crecieran tanto las zonas con asfalto y se limpiaran los drenajes, se evitarían”, apuntó.
¿Intensidad de lluvias, producto del calentamiento global?
Adams señaló que en el planeta, la tendencia es de lluvias más intensas, aunque no necesariamente más frecuentes.
Esa idea es consistente con el calentamiento global. La atmósfera se calienta y aumenta su capacidad para retener agua, así que hace falta un mecanismo para sacarla, y ese puede ser un huracán o un frente, explicó.
Las estadísticas todavía son muy incipientes para la ciencia y se necesitará al menos una década de datos continuos para comprobar los datos de los efectos del calentamiento global. Pero en las próximas tres o cuatro décadas este fenómeno tendrá un efecto, porque la capacidad calorífica del mar es muy fuerte, remarcó.
“Si calentamos el mar y la atmósfera, lo más obvio es que habrá más vapor de agua; entonces, si llueve es muy probable que las lluvias sean más intensas por la inestabilidad que estamos creando”, finalizó.