La infancia, sus noches de viernes y Michael Jordan

Jordan se enfundó en la 23 y desde los primeros momentos comenzó a destacar. En su primera temporada fue considerado como el jugador joven más valioso de la NBA... Imagen: Captura de pantalla.

Los viernes por la noche eran días especiales. Terminábamos de cenar y prendíamos la televisión para ver a un equipo que marcó época. Mi papá me ponía la gorra y comenzábamos a disfrutar de Michael Jordan y los Toros de Chicago.

Los recuerdos de esas noches de viernes y de otros días de finales de conferencia por TV Azteca, llegaron a mí cuando las primeras imágenes de El último baile comenzó su reproducción en Netflix.

Antes de admirar a Jorge Campos, Oswaldo Sánchez, Adolfo Bautista, Lionel Messi o Matías Almeyda, mis alegrías deportivas llegaban de las actuaciones Michael Jordan.

Esos Bulls de Chicago marcaron época, construyeron historia y generaron millones de aficionados en el mundo, gracias a la magia del camiseta 23, y de jugadores como Scottie Pippen y Denis Rodman.

Hoy, Netflix trae a México esta serie-documental que muestra los inicios de Michael Jordan, su deseo de querer llevar a la gloria deportiva a un equipo que sólo coleccionaba derrotas, y la temporada de 1997, la última de la época dorada.

Atleta formidable y siempre deseoso de aprender, el nacido en 1963 terminó por formarse en la Universidad de Carolina del Norte. De ahí saltó a los Bulls. Les cambió cara. Con el tiempo, lideró un equipo que coleccionó títulos, alegrías e historia.

Uno de tantos viernes, mi papá llegó con un regalo. Se trataba de una chamarra negra con el toro rojo de Chicago estampado en la espalda. Estaba feliz. Ya tenía con qué acompañar aquella gorra negra que todas las noches me acompañaba.

Jordan se enfundó en la 23 y desde los primeros momentos comenzó a destacar. En su primera temporada fue considerado como el jugador joven más valioso de la NBA… Tiempo después, cinco títulos validaban la apuesta. Pero la necesidad de protagonismo directivo ponía en riesgo el éxito conquistado.

Quienes lo veían, según relatan los protagonistas de The Last dance, sabían que haría historia. Volaba. Corría. “Jugaba como si fuera su último juego”…

Una de las noches de viernes, mi papá no llegaba. La campana que anunciaba su arribo no sanaba. Me preocupaba. Pero mi mamá me pedía calma. Eran las 10:00 de la noche cuando la campana sonó. Justo a tiempo.

En la cancha, Scottie Pippen bloqueaba, tomaba la pelota y se la cedía a la estrella. Jordan siempre brilló, pero sin Pippen, su escudero, quizá no habría logrado sus seis anillos de campeonato.

Volvieron a alzar el título. Gritamos. Los Bulls eran campeones. En casa estábamos felices. Era una noche redonda para todos, para mí, para Michael, para sus toros, para los sueños de un niño que ya se veía volando sobre la duela…

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