Ali, el símbolo de la rebeldía

Muhammad Ali, todo un símbolo de rebeldía. Imagen: Especial.
Ali es un símbolo. Uno que nos demostró que se puede ir contra el sistema y que aún así logra ser respetado, admirado y seguido por todo el mundo.

En homenaje a Muhammad Ali, el símbolo y cuyo nombre se enmarca de manera muy especial, porque es más que un guerrero.

Una de las cosas que siempre me emocionaron desde que era niño, son las películas de Rocky. Mi papá me las puso desde los cinco años. Me encantaba ver al ‘Semental italiano’ contra Apolo Creed, ‘Clubber’ Lang o Ivan Drago, box en su mejor representación cinematográfica. Lo interesante, más allá de los rounds repletos de emociones, era lo que mi padre me decía siempre al verlas: “Stallone le copió a Cassus Clay”. Y eso era cada vez que las poníamos en la vhs y después en la era de los discos versátiles digitales.

Nunca entendí mucho por qué me lo decía hasta que un día, cuando yo me encontraba cerca de la pubertad, mi viejo compró un disco en la calle titulado “Las mejores peleas”. En la portada estaban leyendas del boxeo como Salvador Sánchez, Wilfredo Gómez, el “Mantequilla” Nápoles y Julio César Chávez.

Cuando terminamos de ver las carnicerías entre esos gladiadores, mi papá volvió a hacer referencia a su ídolo: “quiero que veas cómo peleaba Cassus Clay”. Para ese momento, mi afición por el pugilismo se volvió eterna.

La curiosidad llegó de nuevo y empecé a preguntarme (y preguntarle) sobre el tal Clay. ¬–Es Muhammad Ali, el que pegaba como avispa–, me decía. Poco a poco se me quedó guardado ese nombre. No pasó mucho tiempo cuando vi la película Ali, protagonizada por Will Smith. Ahí conocí la versión holliwoodense de la leyenda, el mejor boxeador de la historia.

En mis recuerdos, alimentados por mi señor padre a partir de sus memorias, había imágenes del medallista de oro en la categoría de peso semicompleto durante los juegos olímpico de Roma en 1960; de sus guerras contra Foreman, Frazier y Norton, por mecionar algunos; del rebelde que se había negado a ir a Vietnam a matar gente que “nada le había hecho”; de aquel que se cambió el nombre porque su apellido era de esclavos; del único bailarin del cuadrilátero.

Poco a poco me volví un fanático de Ali. Vi varias veces los episodios que tuvo contra Sonny Liston, Joe Frazier y Leon Spinks. Verdaderas golpizas que bañaron en oro al boxeo durante esas décadas y que su principal patrocinador se llamaba Ali: el hombre que sabía conectar dentro y fuera de la arena; lo demostró varias veces pero fue más evidente durante su “duelo” en un set de televisión contra Michael Parkinson, en aquella maravillosa entrevista de 1971.

Ahora nos toca despedirnos de una leyenda. Del maestro que pese a volar como mariposa, no pudo escapar en 1984 de la Enfermedad de Parkinson. Alguien a quien sólo vi luchar a través de Youtube y en algunos especiales que salieron por televisión para recordar a los reyes del cloroformo, y que pese a ello, mantengo sus peleas como si hubiera estado en la primera fila.

Su nombre se enmarca de manera muy especial, porque más que un guerrero, Ali es un símbolo. Uno que nos demuestró que se puede ir contra el sistema y que aún así puede lograr ser respetado, admirado y seguido por todo el mundo. Descanse en paz Cassius Marcellus Clay Junior (Louisville, Kentucky, 17 de enero de 1942- Phoenix, Arizona, 3 de junio de 2016), el único Muhhamad Ali.

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