La selección, México y el ‘mal del Tlatoani’ ¿sufren de lo mismo?

Ciro de tres pistas

Hará una semana de la salida de la Selección Mexicana de Futbol del Mundial de Qatar 2022. Y sí, como ya es bien en sabido, desde 1978 el ‘Tri’ no había logrado un resultado tan pobre como el de esta participación. Tampoco se recuerda un director técnico tan odiado como Gerardo Martino. Mucho menos jugadores tan inadvertidos como los actuales.

México vs Polonia

Todo esto dejó un muy mal sabor de boca a nivel nacional. Es algo casi anormal porque somos un pueblo acostumbrado a la derrota y pese a ello, no hay resignación, la esperanza se mantiene, quizá por ello dolió tanto que México no calificara a octavos de final a pesar de saber que eso se era una profecía cantada

La situación hizo que desde las clases populares hasta los opinadores más intelectuales se preguntaran ¿qué pasó? ¿de quién es la responsabilidad? ¿es un tema del técnico, los jugadores, los directivos, todos juntos? O ¿simplemente somos mediocres en un deporte cuya aceptación es mayor a la de cualquier otro?

La respuesta va más allá de lo deportivo y los intereses económicos del equipo mexicano. Tiene un vínculo directo con aquello que he nombrado ‘el mal del Tlatoani’, aquel que tenían los gobernantes mexicas y lo mostraban cada vez que construían sobre lo que fue el Templo Mayor.

Y sí, teóricamente los tlatoanis lo hacían para mejorar la edificación dedicada a Huitzilopochtli y Tlaloc, pero también para demostrar su paso por la Tierra, una prueba de su poder y una respuesta a su vanidad. Por eso era más grande cada vez.

Ese mismo mal padecen los gobiernos del México contemporáneo. En vez de apostar por la continuidad, prefieren reiniciar todo con tal de dejar su nombre sin importar si hay cosas buenas dentro del proyecto anterior. Lo mismo ocurre con la Selección Mexicana.

En los últimos 22 años la Selección Mexicana de Futbol ha cambiado 13 entrenadores. Sólo por comparar, Brasil ha hecho esa apuesta 7 veces, España 8, Francia y Estados Unidos 5, todos en el mismo periodo. Esto ha generado una falta de continuidad en un proyecto que parece retroceder más que avanzar con cada cambio.

Y eso se nota. La ausencia de un objetivo y un rumbo hace imposible que México pueda avanzar al quinto partido, mucho menos, llegar a la semifinal, final o conquistar el campeonato de un deporte que, guste o no, es el único que tiene la fuerza para eliminar las diferencias de todo un pueblo.

La masividad del futbol y su penetración lo convierten en el deporte por excelencia para hermanar a los mexicanos sin importar la clase social, el color de piel o la región donde se habita, pues ¿cuándo se ha parado el país por ‘Checo’ Pérez, Lorena Ochoa, el ‘Canelo’ Álvarez o los Juegos Olímpicos?

Por eso se genera tanta expectativa cada juego de la selección en esas competencias; por eso se detienen las escuelas, las empresas, los gobiernos; por eso duelen tanto las derrotas; por eso es un tema que afecta hasta aquellos que no se identifican con el balompié.

Los responsables del desastre no son sólo el ‘Tata’ Martino, Rogelio Funes Mori, Yon de Luisa, las televisoras, la Femexfut, los dueños de los equipos, ni la corrupción, no, la responsabilidad es la incapacidad de trazar un objetivo claro con un proyecto contundente que sin importar quien esté al frente se mantenga y se le dé avance.

No es sólo de dar oportunidad a los grandes talentos que ha dado este país al colocarlo como un referente de selecciones menores en dos ocasiones, ni de eliminar concesiones e intereses económicos, sino de limar esas asperezas entre quienes tienes los derechos y son dueños del balón. Ya no se puede seguir llevando eso a la cancha.

México está ávido de triunfos, de unión, de un proyecto capaz de dar claridad y de explicar el lugar adonde se va a llegar en todos los sentidos para salir del bache profundo que lastima a la generalidad. México necesita saber que se tiene una meta, aunque sea a nivel futbol.

De a tuit

Terminando el Mundial nos espera una realidad compleja. Se vienen las elecciones de 2023 y todo lo demás, lo importante, como las vacaciones de 12 días, se quedarán en la congeladora. Espero equivocarme.

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