Andar en bici en la ciudad

Andar en bici en la ciudad
Foto: Ecobici.

Como a muchas cosas en mi vida, llegué tarde a aprender a andar en bici. Recuerdo que leí Diarios de bicicleta de David Byrne cuando tenía muy poco de haber aprendido a andar en una. En realidad, no es que me llamara particularmente la atención aprender, pero cuando en 2012 viví seis meses en Santiago me di cuenta de lo mucho que la gente utilizaba la bicicleta para transportarse y lo acondicionada que estaba la ciudad para permitir que esto sucediera. Se me ocurrió que quizá a mi vuelta a la Ciudad de México podía imitar el ambiente de Santiago e ir y venir a todos lados en bicicleta.

En el libro de Byrne encontré un placer inmenso, me inspiró a pedalear más y pensé en lo genial que sería, en algún momento, imitarlo en su recorrido en bici a través de algunas ciudades del mundo: Sydney, Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Londres y varias de Estados Unidos. 

Una de las cosas que resalta Byrne es la infraestructura que las distintas ciudades tienen para hacer que los ciclistas circulen seguros y sin complicaciones. En algunos casos no sólo es cosa técnica o de construcción adecuada, sino de educación y de cultura vial (en cuando a ciclistas, peatones y automovilistas). En México el programa de Ecobici ha llegado a muchas colonias de la ciudad y se siguen construyendo ciclovías, pero hay en el fondo una falta de conciencia y de respeto en cuanto a vialidad se refiere.

Byrne se muestra particularmente sorprendido cuando narra su experiencia en Berlín justo por lo bien que funcionan las cosas:

“Paseo en bicicleta por los carriles para bicis de Berlín, donde todo parece muy civilizado, agradable y avanzado. Ningún coche se estaciona o circula por los carriles reservados para bicicletas, y los ciclistas tampoco transitan por el centro de la calle ni por las aceras. Hay pequeños semáforos para los ciclistas, ¡incluso señales para dar vuelta! (Los ciclistas suelen dar vuelta unos segundos antes que el resto del tráfico, para poder apartarse de su camino y no entorpecer la marcha). No hace falta decir que los ciclistas respetan estos semáforos. ¡Y los peatones tampoco andan por el carril para bicis! Me siento bastante impactado ante lo bien que funciona todo. ¿Por qué no puede ser así donde yo vivo?”

Sospecho que Byrne terminaría escandalizado de ver cómo la ciclovía de Paseo de la Reforma, a la altura de Tepito, está ocupada por autos que se estacionan en ella por la cercanía al mercado de la Lagunilla. 

Aunque desde hace diez años ando en bici en la ciudad, por muchos meses me limité a los paseos dominicales exentos de coches o a pedalear por parques o por el bosque de Chapultepec. Pero desde enero de este año, y dado que Ecobici ya tiene cicloestaciones a unos pasos de donde vivo, me aventuré a utilizar el servicio y he procurado regresar a mi casa, en medida de lo posible, pedaleando alegremente.  

Me tranquiliza mucho que mi recorrido se realiza en un 90% en ciclovía y que los metros fuera de ella no son tan conflictivos pues se tratan en su mayoría de calles con pocos autos. Sin embargo, el hecho de que exista una ciclovía es apenas un mínimo de garantía. En la Ciudad de México una de las constantes en el tránsito diario son los baches, las calles a medio reparar, las coladeras abiertas o dañadas, los encharcamientos y los automovilistas poco cuidadosos en general. Andar en bici y sortear obstáculos que vienen a priori requiere de mucha atención y cuidado.

En estos seis meses en los que hago de 38 a 40 minutos de ciclista urbana al día pienso en lo que vio Byrne en Alemania y lo confronto con lo que veo todos los días — baches, coladeras y charcos aparte—: ciclistas en sentido contrario (aun cuando vayan por calles o avenidas con ciclovía para cada sentido), automovilistas que de milagro usan su direccional, peatones que no tienen idea de lo que es una ciclovía y que caminan en ella y, como cereza del pastel, todos pasándose los altos sin problemas (vengan en bici, moto o auto). Andar en bici en la Ciudad de México es sinónimo de sortear un número importante de obstáculos. A veces pienso que estoy como en un videojuego y que para llegar con bien a mi destino debo sortear con éxito cada uno de ellos: el señor que va sacando su coche del garaje y no te ve, la muchacha que se atraviesa sin notar otra cosa que su celular, el carrito de elotes que se quedó estacionado en la ciclovía, la motocicleta que decide usar la ciclovía para no pelear con los autos. 

Y sin embargo, hay momentos muy felices. Qué increíble es pedalear alegremente un rato en el día. Se olvidan un poco las adversidades y el ritmo de la bicicleta y los pedales resultan en unos de los minutos más disfrutables del día. 

La app de Ecobici me ha contabilizado al día de hoy 500 km recorridos en 100 viajes y 41 horas. Espero poder pedalear mucho más por esta caótica ciudad en lo que me queda de vida. 

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