La maternidad será deseada o no será

maternidad
Ilustración: GIRE/Facebook,

Quisiera ponerme interesante y hablar de feminismo. Pero esta entrada no da para la profundidad que se espera.

Tampoco voy a hablar del aborto (sólo diré que celebro que exista esa opción en mi país porque no sabemos quién puede necesitar tomarla). Sin embargo, quise usar la frase como título porque en este momento me siento muy identificada con ella. Que la maternidad exista para aquellas que la anhelan profundamente, que se les dé en abundancia y felicidad a todas las que encuentren en ella una manera alegre de existir en este mundo. 

Para mí no, gracias.

Quiero citar uno de los poemas más hermosos de Rosario Castellanos: “Se habla de Gabriel”. Un poema que ilustra la oscuridad y los sentimientos de una madre que siente que su hijo es una extensión indeseada de sí misma, un poema incómodo (más para su época, supongo) que abre los ojos ante la maternidad que causa estragos y no ilusiones, la maternidad que da más dolores que alegrías.

Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba 

ocupando un lugar que era mi lugar, 

existiendo a deshora, 

haciéndome partir en dos cada bocado.

Fea, enferma, aburrida, 

lo sentía crecer a mis expensas, 

robarle su color a mi sangre, añadir 

un peso y un volumen clandestinos 

a mi modo de estar sobre la tierra.

Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso, 

darle un sitio en el mundo, 

la provisión de tiempo necesaria a su historia. 


Consentí. Y por la herida en que partió, por esa 

hemorragia de su desprendimiento 

se fue también lo último que tuve 

de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.

Quedé abierta, ofrecida 

a las visitaciones, al viento, a la presencia.

El tema me interesa a nivel literario y social, de modo que he leído varios libros de escritoras contemporáneas que se hunden en los lados no amables la maternidad, muchos de ellos muestran las dificultades de ser madre en tantos niveles que yo, aterrada, he decidido no meterme en esas aguas. Sí, soy egoísta, no hace falta que me lo digan. Soy una persona que no desea dar de sí misma para otros y un hijo es ese otro que necesita espacio, amor, dinero, cuidados, tiempo. Si no tienes nada de eso o no completamente, es mejor pensarlo dos veces, porque una vez que sucede no hay vuelta atrás (hay madres que aconsejan a las demás que mejor no lo sean, que lo piensen bien). 

Yo llevo pensándolo por muchos años. Y no es algo que me interese. Quizá en algún momento me conmovió la idea, sobre todo lo increíble que resulta el cuerpo capaz de dar vida; por un corto tiempo me emocionó poder enseñar lo que sé, transmitir mis experiencias, encaminar y dar desinteresadamente, creí que yo podía ser ese tipo de persona, la que se hace a un lado para entregarse a un ser diminuto lleno de necesidades y luces guía. Sin embargo, al tener la experiencia de la maternidad en amigas cercanas me doy cuenta de todo lo que implica realmente el sacrificio, veo el desgaste físico, la falta de sueño, de tiempo y de energía, veo todo aquello a lo que se debe renunciar al ser madre, y celebro que exista la posibilidad de decir, como Bartleby, “preferiría no hacerlo”. 

Durante la pandemia se nos rompió el condón. Mi esposo fue a Soriana por una pastilla del día siguiente. La decisión de tomarla o no siempre fue mía: él fue claro al decir que, si no me la tomaba, estaría ahí para lo que sea que sucediera. Sé que no soy ninguna jovencita, que eso del reloj biológico existe, que quizá ese era el momento para dejar que sucediera. Pero decidí frenarlo. Y si volviese a pasar ahora tomaría la misma decisión. 

Pienso que hacerse responsable de un ser humano es una de las cargas más grandes que existen en esta vida, hay una presión enorme por hacerlo bien y es casi seguro que no lo vas a hacer bien (aunque haya tantas maneras de actuar que no podamos definir realmente qué implica “hacerlo bien”). No sé si la gente reflexiona sobre todo esto o sólo va resolviendo conforme se van presentando las situaciones, como va pudiendo, con las herramientas que hay en ese momento, poco a poco, a prueba y error. Sé que la vida en buena parte es así, que no sabemos nada por más que nos digan y que uno suele aprender a la mala. Pero como dicen popularmente, uno como sea, pero ¿y la criatura? Si apenas puedo mantenerme a flote yo misma, de dónde voy a sacar lo necesario para una persona que depende de mí. 

El próximo año cumplo cuarenta. El tiempo se va, pero no me pesa no tener hijos. Cada que lo pienso me convenzo más de que no los quiero y agradezco que exista la opción de decir “no quiero” y seguir con la vida. La maternidad será deseada o no será.

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    By: Adriana Dorantes

    Es maestra en Literatura Hispanoamericana. Primer lugar del Certamen Relámpago Internacional de Poesía Bernardo Ruiz, 2009. Ha colaborado en algunas revistas impresas y digitales y suplementos culturales con poesía y artículos sobre literatura, como: Destiempos, Dos Disparos, Valenciana, Mexicanísimo, Casa del Tiempo, Moria, Revarena, entre otras. Autora de los libros de poemas Quién Vive (UAM, México, 2012) y Entre mares alados (Ediciones y punto, México 2014) y del libro de cuentos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (Sediento, México, 2014). Segundo lugar del Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero 2015.

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