La noche que fue de nosotros

La noche que fue de nosotros
Foto: Juan Pedro Salazar/ElTecolote.

La noche que fue de nosotros, la recuerdo a la perfección, vive en mi memoria y regreso a ella cada que el dolor de la realidad me golpea en el pecho.

Fueron unas pocas horas. El sol de la mañana no nos encontró en sus primeros rayos. Pero no era necesario, no era lo que buscábamos.

Solo deseábamos acompañarnos, ahí, en medio del caos, de la tristeza y el llanto, con nuestras soledades haciéndose compañía y dándonos la fuerza necesaria para caminar, a pesar del dolor que ambos cargábamos.

Te vi llorar, me viste llorar. Nos reímos después. Caminamos por horas y lugares que no habíamos visto. El mundo podría haberse acabado en ese momento y creo que no nos habría importado, porque, por un momento, nos dimos lo que quizá siempre quisimos.

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Me dijiste que no debía estar ahí, lo hiciste con esa voz que siempre me suena a la más tierna y sincera preocupación. Te dije que no te dejaría en ese momento, ni en ningún otro, aunque el presente no tenga nuestros nombres escritos uno junto al otro.

Te hablé del universo que vive en mi pecho -y que nació una noche de un octubre que ya empieza a ser lejano-. Me dijiste lo que en ti vivía. Me besaste la mejilla y dejaste la estela de tu perfume en mis manos y mi suéter.

Después vino el caos. Los coches que no te querían recoger. La búsqueda de una gasolinería. La tarjeta que casi se pierde en el baño y la cercanía del fin de esa noche.

El taxi nos recogió después de una larga caminata. Te dormiste apenas tocaste el asiento y velé el regreso, mientras, de vez en cuando, volteaba a ver tu calma para dormir.

Llegamos a tu casa y la noche que fue de nosotros terminó. Mientras entrabas a tu edifico, sentía cómo todo se me evaporaba.

No te lo dije y quizá nunca lo haga, pero esa madrugada, en casa, dormí con el suéter, que olía a tu perfume, junto a mí, como si con ello me acompañaras; al despertar, tu nombre fue lo primero que me saltó a la mente.

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Miré el celular y recordé el video que, te dije, grabé infraganti. Ríes. Cantas. Mueves las manos de un lado para otro. Al final miras a la cámara, feliz.

Luego, vienen a mí flashes de los momentos antes: tú y yo cantándonos, hablando de lo que hubiera sido si la vida nos hubiera encontrado en otro momento, pensando que en otra vida esta historia sí pudo ser.

Y antes de que el hubiera llegué a mí para sentir el pecho aprisionado, me refugio en el momento más especial de aquella noche:

Tu mano entrelazada con la mía. Nuestros pasos sincronizados… La muestra, por unos minutos, de que el amor sí fue real y que la noche sí fue de nosotros.

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