Un monstruo yace bajo mi cama. Lo sé porque no se está quieto:
a ratos respira como si roncara
y no me deja dormir en toda la noche.
Algunas veces le he escuchado gruñidos o sollozos, quién sabe qué sean.
Lo quiero sacar para abrazarlo
y decirle que no tiemble, que yo lo cuidaré.
Lo jalo de las patas.
Se resiste agarrado con todas sus fuerzas a los palos de la cama.
Y me da ternura. Y lo suelto.
Cuando hay luna llena,
se mete al clóset con el espanto en la sangre. Ahí he visto sus ojos amarillos, inyectados.
El temblor de la ropa lo delata.
Me he valido de todos los recursos para que salga y me cuente su historia. Hasta le he dejado, en un tazón, miguitas de mi miedo para que coma.
Lo dejaré descansar esta vez. Les aviso cuando logre sacarlo.
Martín Santomé 5 junio 2020
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Hermoso poema, a vecesnlos miedos, también, necesitan un abrazo
Los monstruos son del tamaño de los miedos.
Me encantó.
Excelente Profe. Javier!! Felicidades!!