Uno siempre guarda esperanzas aunque sepa que solo vendrá una decepción más, uno se ilusiona con que ahora sí pasará lo que se desea a pesar de que muy adentro del alma se tenga la claridad suficiente de saber que eso que se quiere, no sucederá.
Pasa en la vida. Ocurre en el futbol.
Y es que ilusionarse y creer es lo más sencillo de la vida. Solo hace falta una palabra, una mirada, un gol para pensar que lo imposible vendrá.
Pero, de pronto, llegan los fantasmas, las preguntas…, un gol del rival y todo vuelve a ser decepción.
Hoy, por momentos, todo era gritos, ánimos, buena vibra y deseos de que México consiguiera el gol que le faltaba para estar en octavos de final.
Pero no llegó.
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En cambio, esas caras esperanzadas terminaron con muecas largas y con la sensación de vivir una decepción más, como cada cuatro años que hay Mundial.
Aunque quizá esta pueda doler más porque la emoción y el deseo estuvo ahí, los hechos parecía que le harían justicia a esas plegarias y apoyo, y, de pronto, nada, solo el vacío que deja la derrota, la sensación de saber que lo que queríamos no sucederá.
Ocurre en el futbol y en la vida.
Hace unos meses, mi papá me escuchó triste por la derrota de las Chivas, y con la claridad que comienzan a dar los años, me dijo: así es esto, no siempre se puede ganar, ni en la vida ni en el futbol; queda disfrutar, aprender y volver a empezar.
Y aunque mi tristeza era más por dolores del alma que por ver caer a mis Chivas,, sus palabras, a las que hoy vuelvo, me quedaron grabadas.
Quizá por eso es que nos gusta tanto el futbol, porque da la oportunidad de sentir esperanza, de emocionarse y disfrutar una alegría, aunque al final la decepción, como la que la Selección Mexicana nos propinó hoy, volverá a llegar.