Nota del editor: En tres textos, Juan Manuel Aguilar nos hablará del contexto que viviremos este año electoral. Temas como el PRI sin consistencia, la crisis del PAN, el nuevo satélite llamado PRD, el eterno Mesías de Morena y la inclusión de los candidatos independientes en el sistema político nacional, serán los que se aborden a lo largo de tres semanas.
En este abordaje confeccionado para entender cómo se mueven las fuerzas políticas y la posible dinámica política que se avecina, se busca que el lector se informe, reflexione y se sume a la discusión razonada del voto.
2018 es año electoral. A semejanza de la “Divina Comedia”, en este momento nos encontramos en medio del Purgatorio – precampañas – para iniciar, el 30 de marzo, un infierno que viviremos hasta el 1 de julio, cuando nuestra suerte se decida una vez más, por seis años.
Una vez más veremos: spots que buscan generar esperanza y miedo dirigidos a todos aquellos que tenemos credencial elector. Miles de kilómetros de lona, en contaminación visual, por todas las esquinas del país. Bardas pintadas con un lema barato que, en las últimas décadas, no se han hecho realidad (piense lector en frases como: mi compromiso es contigo, el presidente del empleo o el voto del cambio). Sentencias que nunca se cumplen y que en pocos meses se nos revelan como mentiras.
El ambiente es brumoso, y desde 1988, no se habían presentado tantas crisis y cambios en la forma de operación del sistema político mexicano. He aquí una primera aproximación al contexto de esta elección.
El PRI endeble y sin consistencia
La idea de que José Antonio Meade Kuribreña, un supuesto apartidista, se transformará en el candidato del PRI en 2013 parecía absurda y lejana a la realidad. En ese momento, la lucha por el dedazo se hacía en un ring en el que competían Miguel Ángel Osorio Chong (ex Secretario de Gobernación) y Luis Videgaray (ex titular de Relaciones Exteriores), por momentos, Aurelio Nuño (ex Secretario de Educación) o algún otro subía al cuadrilátero pero los dos principales secretarios de Estado de EPN lo ignoraban.
2013 es el año inaugural del gobierno de Peña, el año de la portada “Saving Mexico”, en la revista Time y el“Pacto por México”. No existía Ayozitnapa, el escándalo de la Casa Blanca, las acusaciones de Odebrecht, la “Estafa Maestra”, ni las fugas de los dos Duartes y Roberto Borge. La pérdida de siete Estados por el PRI en una elección y la posibilidad de perder un enclave estratégico como el Estado de México.
El nuevo tricolor resultó más corrupto e inepto que el viejo. El partido no pensó jamás que los excesos de sus miembros lo dañarían tanto, así como los constantes errores del Presidente. El PRI ahora necesita ser lo menos priista posible. De ahí que Meade sea el elegido, aunque su padre sea militante y con ocupación de cargos públicos por más de treinta años, podemos decir que el itamita nunca estuvo alejado de esta fuerza política.
Al elegir a Meade, la lógica de EPN parece la siguiente: José Antonio nunca ha militado en un partido, es preparado – al menos académicamente, tiene un doctorado- y ha sido un tecnócrata por años. No encontrarán algo tan turbio en su historial como cualquier militante del PRI. No es carismático, pero no es un personaje desagradable. Y, lo más importante, no cometió los errores de Osorio Chong, Videgaray, Nuño, Ruiz Esparza, Ruiz Massieu, Lozoya Austin y un interminable etcétera.
El método de elección del presidente se aleja mucho de la tradición del PRI, el cual premia a sus miembros afiliados desde los dieciséis años y que detentan un sinfín de diplomas de ICADEP por cargos absurdos e inexistentes. El Presidente ha cambiado de forma irremediable a su partido tras una reforma a los estatutos del instituto político, ahora cualquier personaje proveniente de una elite podrá ser candidato sin tener la militancia leal y complicidad que se esfuerzan por ejercer durante años en sus cuadros. Sin embargo, a pesar de esta traición, dudo que los priistas tengan la autocrítica de notar esto, saldrán a votar sin más el 1 de julio.
Por otra parte, algo de lo que no fue consciente el presidente es que el personaje preparado, con la mayor “experiencia” y los mejores argumentos hacia la ciudadanía, no siempre es el que conecta en la mejor forma con el electorado. Peña Nieto fue un ejemplo de ello dado que conquistó la elección de 2012 más por su imagen física y apariciones en revistas de espectáculos que por sus propuestas. Felipe Calderón se presentó en 2006 como una versión semejante a Meade, su campaña no despegó, a tal grado que tuvo que tener apoyo de los principales empresarios del país en una campaña de desprestigio a su principal oponte. Lo mismo puede decirse de Ernesto Zedillo, quien a pesar de ser un gran economista y tecnócrata de carrera, logró una empatía muy baja con la gente, y sólo ganó la elección por el contexto de incertidumbre derivado del levantamiento del EZLN y el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
En pocas palabras el PRI no ha jugado una buena carta, más bien ha jugado la carta que le quedaba. Y a más de un mes del destape y el inicio de la precampaña, Meade se presenta gris, no despega. Será arduo, y sin una elite empresarial tan homogénea en contra de un candidato y una crisis social como la de 1994, su maquinaria y militantes tendrán que esforzarse como nunca.

La crisis del PAN
La salida de Margarita Zavala del PAN (para obtener la candidatura independiente) y la auto imposición de Ricardo Anaya como (pre) candidato presidencial han creado una crisis al interior de Acción Nacional. Hace ya meses que la militancia calderonista renunció a obedecer a la presidencia del partido (quizá el ejemplo más claro sea la salida de Javier Lozano); y operaban por sí solo, sin un amo a quién someterse hasta que su viejo amigo itamita se destapó como candidato del PRI.
Ahora, el PAN está segmentado en dos bandos, que se distingue entre sus senadores y gobernadores. Los primeros han dejado de ser fieles al partido azul y muestran simpatías hacía Meade, su viejo camarada de escuela y trabajo de los años de Calderón. Los segundos son fieles al partido y apoyan a Anaya.

Personalidades como Ernesto Cordero, Javier Lozano, Roberto Gil Zuarth, Salvador Vega y Jorge Luis Lavalle se han convertido, desde hace unos ayeres, en personajes grises para la opinión pública. Su capital político no es el mismo como senadores que como titulares o miembros de una Secretaría de Estado. En contraposición, quienes se han mantenido fieles al partido –caso de Javier Corral, Javier Moreno Valle, Miguel Ángel Yunes y Miguel Márquez- están arropados por la maquinaria de una gubernatura para tener presencia en los medios.
Dos senadores panistas han manifestado ya su apoyo a Meade: Cordero y Lozano. Uno incluso ya renunció a su partido y al cargo público que detentaba para apoyar al candidato del PRI. ¿Está dinámica a quién afecta? Un poco al PAN, que con esto se muestra débil, caótico y sin disciplina. Pero, ¿en verdad son Lozano y Cordero tan trascendentes para la ciudadanía como para hacer ganar adeptos a Meade? Cordero es gris y nadie nunca olvidará su discurso mal interpretado de los seis mil pesos al frente de Sedesol. Lozano es alguien que fastidia a las personas con tan sólo verlo aparece en Twitter.
La crisis de los “rebeldes” afecta al PAN y lo hace ver desalentado hacia el 2018. De momento, y según los sondeos o encuestas consultadas, Anaya tiene mayor cifra en intención de votos que Meade. ¿Podrá la migración de los rebeldes hacía el PRI subir sus números en intención de voto? En lo personal creo que muy poco.
Con honor, entusiasmo, responsabilidad, compromiso y gratitud me sumo a la campaña de @JoseAMeadeK. Abrazo @aurelionuno @EnriqueOchoaR pic.twitter.com/D3hX5nuJc9
— Javier Lozano A (@JLozanoA) 10 de enero de 2018