La posibilidad de la alianza entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) es un escenario que se planteó en la reunión del grupo financiero Citibanamex, por parte del abanderado de la coalición “Por México al Frente”, Ricardo Anaya.
El contexto electoral es claro: ni Anaya o José Antonio Meade, solos, podrán alcanzar a Andrés Manuel López Obrador. Incluso, a estas alturas, es difícil y adverso que lo alcancen juntos, si tomamos en cuenta la última encuesta del diario Reforma.
Los días pasados de la campaña presidencial han revelado que Anaya es el único candidato que podría enfrentar al líder de las preferencias electorales y opositor número uno que pretende desbancar a la élite que ha controlado las instituciones de México por los últimos treinta años, e imponer una nueva, en su lugar, escenario que augura para la élite actual un contexto en el que sus beneficios serán reducidos, limitados y negados.
Durante su participación en la reunión, Lorenzo Córdoba, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), externó que la declinación de un candidato es viable hasta un mes antes de las elecciones -aunque esto sería sólo un acto político y no una alianza formal y legal -, trasunto que da un tiempo de treinta días para que el tricolor y blanquiazul se unan. No obstante, en caso de una alianza, los banqueros han hecho tácito su decisión de que debe ser Anaya quien lidere la coalición y Meade decline.
La alianza sería un duro golpe para el Presidente Enrique Peña Nieto, quien, en caso de aceptarla, daría un golpe letal a su partido.
Al aceptar la coalición Peña Nieto develaría que ha sido el peor gobernante del PRI en la historia del México contemporáneo. Transformaría a la más grande maquinaria política del país, que construyó un sistema político a su beneficio, con la idea de tener el poder absoluto, en un simple instrumento de subordinación al servicio de otro partido. Hecho inédito en la historia de México que nos devela cómo ha destruido y debilitado, por sí sólo, el presidente a su partido.
A estas alturas, es más que evidente que la selección de José Antonio Meade como candidato no fue una la más acertada ni la más planificada. Sólo fue la única alternativa que tenía EPN y el PRI para plantear un candidato. Y que el presidente y sus secuaces, han sido la generación más inepta y corrupta al frente del tricolor en toda su historia: legan un PRI endeble y con la posibilidad de volverse un satélite -al menos en esta elección -de otro partido, un escenario humillante para todo militante del partido que gobernó México de forma monárquica por más de 70 años.
La última duda que salta en mí, ante la posibilidad de la alianza PRI-PAN, señala a la militancia priista. ¿Qué harían si EPN y los líderes del PRI los convocan a votar por Anaya? ¿Aceptarían a regañadientes, sin cuestionar nada?
De manera personal conozco a muchos priistas. Son gente cercana a mí, amigos y gente que aprecio, respecto a las que nunca he entendido su filiación política y con los que siempre tengo desacuerdos por el daño que su partido ha infligido a México.
Sobre ellos puedo decir que son gente orgullosa y que dan la cara por el PRI de manera irracional, aunque toda la evidencia demuestra el cáncer que representa el tricolor.
Mi cuestionamiento a ustedes ahora es: ¿votarían para Ricardo Anaya si el presidente y los dirigentes del PRI se lo piden?
De ser afirmativa la respuesta, sacrificarían y tirarían a la basura su último atisbo de autocrítica. Y el PRI, su partido, merece la crisis que tiene, e incluso, una más profunda.