Autorretrato a partir de Rosario Castellanos

Yo soy una señorita, podría decirse.
Soy una señorita, según la Real Academia,
aunque no sea virgen ni tenga ocupación de secretaria
o empleada de la administración.
Lo soy, aunque ni siquiera tenga empleo.

Así pues, luzco mi trofeo: soy señorita,
ya que por lo mientras, soy joven.
Lo soy porque no sabría de qué otra manera denominarme.
La mayoría de las veces, gorda, según mis ojos,
flaca, si la que me mira es más gorda que yo.

Morena, en el inicio de los tiempos.
Pelirroja, tras una decepción amorosa.
Y de no tener la tez tan morena, me teñiría de rubia.

Soy una chica promedio, sin belleza ponderada,
sufro de puntos negros en la nariz.
Me maquillo de vez en cuando
y sólo para ocasiones especiales.

Mi apariencia no es la misma,
en la primaria era quizá la niña más fea de la generación,
en la secundaria me ayudó un poco la vanidad,
pero hasta la universidad se me quitó lo lastimeramente feita.
Nunca me he considerado ni podré considerarme una genio.
Soy mediocre. Ya lo dijo Chayo.
Y sí, también me agradan esas reuniones
llenas de personas charlando de literatura,
aunque yo, a diferencia de ella, no sea acreedora de devociones.

Amigas tengo pocas, no más de las necesarias.
Me gustan los espejos, pero sólo cuando voy al gimnasio.
No tengo mucha orientación de la moda,
y tampoco mucho estilo para vestir.
Generalmente torpe en el arte del coqueteo.

No soy madre ni quiero serlo.

Escribo cuentos, aunque a veces me dan ganas de escribir poesía.
Y así lo hago, o al menos lo intento, como ahora.

Escribo, publico, leo y hablo donde me dejen;
me gustan las revistas, los periódicos, no tanto.

Vivo en una calle llena de smog y marihuanos,
a veces los veo, para conocerlos y me conozcan.
Salgo poco de casa, al mercado, con mamá,
o al gimnasio, cuando el remordimiento me vence.

Me gusta la música, sobre todo los boleros,
que mis primos y amigos detestan.
De pintura no entiendo mucho, casi nada.
Odio las películas de acción,
admito que mis gustos son cursis y sosos.

Por supuesto, prefiero la lectura, y sí,
soy casi vegetariana y hago ejercicio.
No adopto animales, aunque me gustaría.
Antes de dormir y al despertar generalmente
me vienen a la mente todos mis problemas,
así que prefiero dormirme o levantarme de la cama.

Sufro sin razones, igual que ella,
por hábito, que no por herencia.
A mi madre y abuela nunca
les ha gustado el sufrimiento desmotivado.

Me gustaría ser feliz; a veces lo he sido y con eso me basta,
porque no pierdo la esperanza de volver a serlo a ratos.

Tenemos el mecanismo del llanto en común.

Lloro cuando no me siento querida,
cuando veo fotos de quienes ya no están
o alguna película que me recuerde a papá o al abuelo.
También cuando no puedo escribir
lo que ya tengo que entregar.

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