Dos trenzas

Dos trenzas
Foto: DavidRockDesign/Pixabay.

Es la tercera vez que se toca el cabello. Lleva dos trenzas con tres ligas doradas a lo largo del mismo. Sombra discreta y gloss en los labios. Mira y es imposible no verla. Atrapa con esos ojos color café y la sonrisa extendida.

La música empieza a sonar y ella comienza a gritar. Se ve feliz. Disfruta de cada una de las canciones y eventualmente se da tiempo para mirar el teléfono y compartir parte de su dicha.

________________

Te invitamos a leer: Fugazmente grandiosos

________________

Grita. Canta. Sonríe. Bebe. A veces dice una que otra palabra, pero en esencia disfruta. Pareciera como si su niña interna estuviera contenta y la joven que ahora canta “Mi dulce niña” se olvida de todo el pesar de la semana.

Si se pudiera, captaría este momento para que lo usara cuando la sombra de la duda o el miedo amenace con tomarla, para que se mire y se dé cuenta de que la felicidad es ella cantando, gritando, disfrutando de la vida, para que con ese momento despeje las nubes grises de la ansiedad y pueda sentirse a salvo.

Pide que le tome una foto. La luz es magenta. Posa. La espalda recta. Una sonrisa discreta. Los ojos posados en la cámara. Una, dos, tres, cuatro tomas. Pide más. Cinco, seis, siete, ocho. Las mira. Parece contenta con el resultado, pero los datos del teléfono juegan una mala pasada e impide que le lleguen.

________________

Te invitamos a leer: Nunca digas que no te escribí nada

________________

Vuelve a mirar el celular. Por fin las ve en el chat. Se concentra en la pantalla hasta que la música llama su atención. Canta. Grita. Graba. Se despide del estrés.

La música para. El lugar vuelve a tener luces claras. Dice que le gustó. Se ve feliz, alegre, libre de tanta duda. Una última foto, ahora con ambos ahí. La sonrisa escondida pero sustituida por un brillo en los ojos que desde hace meses no existía.

Si la historia impide que dos líneas paralelas se junten, en la memoria vivirá aquel día que llevó dos trenzas iluminadas por ligas doradas y que entendí que en su caos hallé la calma que tanto buscaba.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *