Comencé a escribir este texto con la intención de armar una reseña de Perras (FCE, 2019), el cuarto libro de Zel Cabrera, sin embargo, no dejaba de rumiar acerca de cómo me apropié de algunos de los poemas incluidos en dicha obra. Así que no, ésta no es una reseña de Perras.
Al escuchar el título, lo primero que me vino a la mente fue que se trataba de un libro acerca de mujeres fuertes, aguerridas, sagaces: aquellas a las que, en la jerga común, se les conoce como perras. Al leer la cuarta de forros mi idea cambió, pues me pareció que el concepto de perras de Zel iba más allá de esa burda premisa. Así que mi acercamiento con el poemario fue como el de quien abre una puerta poco a poco, echando primero un vistazo al interior de la habitación oscura para luego entrar con sigilo.
El libro de Zel es un manojo de poemas femeninos y feministas, fuertes, crudos, que reflejan no sólo el proceder de las perras, sino lo que hay detrás de cada una de ellas: las historias que las han convertido en las perras que son.
Siempre he tenido la idea romántica de que cada libro llega a nosotros por algún motivo, que dentro de él hay un secreto guardado especialmente para cada lector y que nuestra tarea es descubrirlo para, luego, descubrirnos en él. En este poemario de la igualteca, ese encuentro me sucedió con tres poemas que han llegado a exorcizarme de fantasmas presentes y pasados. Porque no sólo escribir es un ritual de sanación, también la lectura nos cura, y saber que alguien más ha sentido nuestro mismo dolor, quizá es tan reconfortante como escribir del propio.
Escribir acerca de la amistad, de las relaciones tóxicas con las suegras y de la infidelidad tiene un nivel de complejidad altísimo por diversas razones, en cada caso, sin embargo, la manera en que Zel aborda cada uno de éstos, me ha resultado magnífica.

El poema “En un café de provincia”, donde se relata la relación entre la narradora y su mejor amiga, me ha resultado tan bello como crudo por la dosis de realidad que contiene, pues ahora que mi mejor amiga acaba de ser madre, fue como voltear la mirada hacia mí y hacia mi situación de no querer ser madre al mismo tiempo que la vivo tan de cerca, mientras que prefiero cuidar a mi perrito y sentarme a escribir por las noches. Pero quizá todo esto no es más que un pretexto de Zel para hablarnos del amor fraterno, ése al que no le importa que dos personas hayan cambiado tanto con el tiempo hasta el punto de parecer que ya no tienen nada en común, simplemente no deja de existir.
Después me encontré con “Carta a una oficinista” que, leyendo comentarios, es uno de los poemas más gustados, pues aborda un tema fundamental en la vida amorosa de cualquiera: la infidelidad. Con esta epístola poética, Zel pone en juego la elegancia de las palabras para demostrar que la venganza también llega a través del lenguaje. “Y quiero que lo sepas: / a mí vienen a curarme las palabras. /A ti no te curará ni Dios.”, dice Cabrera, y al llegar a este punto a mí no me queda más que desear que el poema hubiera llegado a mí muchos años atrás, pues sí, las palabras sí curan.
Por ahí de esos mismos años, me hubiera gustado leer “Golfa”, otro poema con el que nos identificamos muchas: el odio de las suegras. Y es que para muchas (no para todas, afortunadamente) nunca habrá nadie a la altura de sus hijos, pese a lo que dictan los hechos. Es aquí donde viene a cuento una reflexión que, aunque en apariencia trillada, siempre es necesaria, pues en muchas ocasiones, las principales promotoras del machismo, somos las mujeres, sobre todo, las madres de los machos.
Si bien se trata de un texto cáustico, Perras es un texto necesario en la realidad social en la que vivimos por la diversidad y el tipo de temas que se abordan. Sólo por si quedaba la duda, no se trata de un libro exclusivo para mujeres, al contrario, me parece que a través de él, se pueden comprender un sinfín de aspectos relacionados con el sexo femenino que quizá parecerían ajenos a los hombres, pero no lo son.
Y por si querían saber, sí, al final de la obra de Cabrera, encontré ese secreto que guarda cada libro y me encontré con que las palabras también nos dan poder, pero sobre todo, nos vuelven más fuertes.