Con las olas de tu nombre,
me arriesgo a dibujar la sonrisa
del sol perpetuo de tu persona.
Ardiente amante
haces de tus dedos
pinceles proyectores de pasiones.
El hablar de tus ojos
grita un lenguaje desconocido por los hombres,
ese dialecto que ni tú dominas
estremece a portentosos ingenuos
e inexpertos Don Juanes.
Cuándo regresará el día aquel
donde tú, amante engreída,
me regalaste el lienzo del sueño
para guardarlo en la profundidad
de la penumbra de mis recuerdos.