Cuentas pendientes o de cómo reincidir en la lectura

Cuentas pendientes
Foto: Especial.

Para los que disfrutamos la lectura y llevamos años leyendo llega un momento en que nos preguntamos si valdrá la pena regresar a esos libros que en su momento nos fascinaron, que nos dejaron una huella imborrable, que fueron un parteaguas en nuestra apreciación del mundo. Esos libros que por alguna razón habitan un espacio privilegiado en nuestra memoria. La duda sobre volver a ellos no tiene que ver con el tiempo que se necesitaría para la relectura sino más bien con el temor de no hallar en él la misma fascinación del primer encuentro, el mismo gusto, los detalles que entonces nos cautivaron.

Afirmó Heráclito que ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río, porque no serán iguales ni el río, ni el hombre. Algo similar sucede con la relectura, pero es aun más interesante porque el libro sí es el mismo, pero da la apariencia de haber cambiado a la par que ha cambiado el hombre. El motor de Vivian Gornick para la escritura de los ensayos literarios reunidos en Cuentas pendientes es justo el cambio en el lector que se enfrenta a las mismas lecturas de hace años. Vivian Gornick es una escritora que a lo largo de décadas se ha consolidado como una gran precursora de lo que ella misma llamó “periodismo personal”. En títulos como Apegos feroces, La mujer singular y la ciudad o Mirarse de frente se puede apreciar la astucia con la que mezcla memorias y crítica en un estilo sobre el que ha construido su carrera y que se vale de usarse a sí misma para hablar de otras cosas. En este libro, a la par de las reseñas literarias, se hilvanan episodios de la vida de la autora; delicadamente se entrelazan ambas esferas y luego comienza a jalarse el hilo con la mención a algunos temas que trascienden hacia situaciones sociales o reflexiones sobre su momento histórico, para luego retomar, como hilo de Ariadna, los pasos de vuelta a sí misma.

El tema de la relectura me parece fascinante y concuerdo totalmente con las reservas y dudas de Vivian Gornick al respecto. Por ejemplo, siento que no será lo mismo para mí volver a leer Trópico de cáncer de Henry Miller ya que en el primer encuentro que tuve con él la sordidez con la que describía el mundo era para mí extraordinaria, así como la inteligencia con la que mezclaba sus propias reflexiones brillantísimas en escenarios decadentes llenos de prostitución y mugre. Creo muy valioso, sin embargo, realizar este ejercicio de aventura para hallar en eso que fuimos lo que somos ahora, ver cómo Heráclito tiene razón y nos sumergimos siempre diferentes en los cauces que son los mismos pero no lo son al mismo tiempo.

Vivian Gornick se da cuenta de estos detalles en un hecho concreto: al volver a un libro pone especial atención en los párrafos subrayados y se sorprende de ver que son esos precisamente los que resaltó entonces, y que son otros diferentes los que desea resaltar en este nuevo encuentro con el libro. También nota acciones concretas en los personajes que en el pasado admiró y entendió de una forma y que para un segundo o tercer encuentro han perdido un poco esa chispa cautivadora o bien, con la distancia, se muestran de una forma distinta, como si fuesen en realidad otros. Dicen que el arte es arte porque provoca reacciones específicas en nosotros, porque nos subleva, nos trastoca, nos revuelve algo, nos transforma. Y a cada encuentro pueden alterarse diferentes aspectos de nosotros mismos. Cada libro es una nueva oportunidad, un nuevo descubrimiento.

Todo esto va desenredándose en la prosa inigualable de Vivian Gornick. Ciertamente a ratos es un poco pesado al no estar tan familiarizados con sus lecturas específicas y por más que deseemos entrar en empatía con ella, nos resultará complicado hacerlo ya que en algunas ocasiones no estaremos al tanto de los títulos que con tanto entusiasmo recorre y describe con detalles. Sin embargo ella logra transmitirnos la importancia de volver a los mismos espacios para darles nuevas significaciones, y eso es lo más rico de su escritura. Uno de los ensayos más apasionantes —y considero también más conmovedores— es el dedicado a Natalia Ginzburg, ya que en él refleja la influencia que ejerció en ella para convertirse en escritora y sobre todo para considerarse a sí misma como tal. También es bastante hermoso el que dedica a Doris Lessing y a sus gatos.

En este recopilatorio de ensayos, Vivian Gornick intenta transmitir el impacto de sus lecturas, los detalles que la hicieron identificarse con algunos personajes en ciertos momentos, y también con algunas escenas, pensamientos y lugares y cómo en la segunda o tercera visita a estos libros el hallazgo es totalmente diferente. Cuentas pendientes es un libro que, por una parte, parece tener dedicatoria especial a las personas que en algún momento de sus vidas se han interesado por las mismas lecturas que ella misma analiza y desgrana aquí, pero por otra es una invitación a la relectura de la historia lectora personal de cada individuo.

En el Prefacio de El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde afirma que: “Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte”. La lectura de Cuentas pendientes afirma la importancia del espectador y la transformación que él tiene a través de los años y las experiencias a pesar de que los libros sean los mismos. La experiencia es diferente cada vez, pues el espectador cambia con el paso del tiempo.


Referencia:
Gornick, Vivian, Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente, Sexto Piso, 2021.

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