¿Qué significa el “Nunca más” de El cuervo?

El cuervo, poema de largo aliento que vio la luz por primera vez en enero de 1845, es un símbolo de la literatura gótica.

Famoso en la actualidad por sus cuentos de terror y por haber revolucionado este género dotándolo de profunda perspectiva psicológica, Edgar Allan Poe, nacido en 1809, fue también padre del género detectivesco y contribuyó a la emergente ciencia ficción. Personalmente fue uno de mis más grandes modelos para comenzar a escribir y mis primeros cuentos (uno de ellos ganador de una mención honorífica en un concurso en la preparatoria) tenía toda la factura de Allan Poe: la oscuridad, los personajes enfermos, a veces locos, el misterio y las casas viejas a nada de caerse.

En su veta poética logró una de las composiciones más influyentes y significativas en la literatura actual: El cuervo, poema de largo aliento que vio la luz por primera vez en enero de 1845 y que se convirtió en uno de los textos más importantes del romanticismo norteamericano, un símbolo de la literatura gótica y una referencia literaria fundamental.

La magia poemática de la obra radica, en parte, en la versificación y sonoridad hipnótica (apreciable en su idioma original), así como en la atmósfera lúgubre y la angustia que proyecta el personaje narrador. A través de características propias de la poesía como imágenes, figuras retóricas y estribillos, Poe introduce una historia narrada por un personaje sin nombre cuya voz cuenta un episodio singular que cambia el resto de su existencia.

La historia es, en realidad, muy sencilla. Desde el inicio advierte el tono que el resto de la composición tendrá: lo siniestro, la noche y el secreto se fusionan en un relato mágico inmerso en la atmósfera que alude al misterio. Abre con un hombre que, adormilado en su sillón, escucha que alguien o algo llama a la puerta. Luego de algunas cavilaciones sobre si quizá el sonido sólo proviene de su mente y, dilucidando la razón por la que alguien venga a buscarlo, se decide a abrir la puerta. Con este acto, a la par del viento gélido, penetra a la casa un horrible cuervo presto a instalarse en el busto de Palas sobre el dintel de su puerta. Ahí, en la inmovilidad tétrica y fantasmagórica, alucinante y diabólica, el pájaro permanece con el movimiento nimio del susurro de dos palabras: “Nunca más”.

Entre la sorpresa del narrador y las numerosas veces en que quiere arrancarle una palabra más al cuervo, un significado, una noticia, el animal responde una y otra vez su: “Nunca más”. Conforme avanza la historia, el lector se va enterando de que el personaje atormentado ha perdido a su amada Leonora y le urge saber en qué lugar post mortem se encuentra. El grito y la desesperación lo llevan a ver en el cuervo a una suerte de profeta sapientísimo, o bien, a una figura de los infiernos que le ha de decir algo más sobre su propia vida. Pero ante su única respuesta, el terror del personaje aumenta, tanto que se expande hacia todos los rincones de la habitación, a través de las cortinas y la alfombra, hasta contagiar al mismo lector con esa angustia incontrolable.

Al final del poema hay una transformación del personaje, más hacia la locura, más hacia la desesperación, pero no sabemos mucho más que al inicio: que el cuervo está en el dintel de la puerta, quieto, con los ojos encendidos como fuego y atormentando al hombre que lo mira. Pero ¿qué esconde su letanía repetitiva, tan fuerte y poderosa que ejerce tal control sobre el protagonista?

Puede pensarse que el cuervo es sólo el reflejo de la psique alterada de este hombre que halló en el pájaro una especie de salida a sus propios conflictos; quizá el cuervo sea el narrador mismo, ya entrado en un proceso de alucinación esquizofrénica. Una de las maneras de leer este poema es pensar al cuervo como un símbolo, una representación física de un fantasma que atormenta la mente. No es casualidad la contraposición entre la rigidez del cuervo y la movilidad del protagonista. La existencia del cuervo, aunque estático, trasciende más allá de su forma física, pues su verdadera fuerza es la representación de aquello que no se va nunca, como los recuerdos o la tristeza, que si no se saben exorcizar permanecen atormentando en lo más recóndito de nuestras conciencias. En alguno de los versos, el protagonista clama por un poco de Nepente, un bálsamo que se usaba en la antigua Grecia para provocar el olvido; asimismo, clama por otro aliciente divino, procedente de Galaad; esto lo hace en un intento desesperado por deshacerse del dolor que el ominoso pájaro representa.

El cuervo bien podría ser una proyección física de múltiples demonios internos, así como de la imposibilidad de escapar de ellos, de olvidarlos o de trascenderlos. La locura del narrador es tal porque todos aquellos demonios han conseguido materializarse. Si pensamos concretamente en Poe, veremos que su vida fue tortuosa: pasó temporadas de verdadera pobreza en su intento por hacer del oficio de escritor algo redituable, su padre lo desheredó y sufrió la muerte prematura de su esposa —acaecida cuando ella tenía 24 años, después de una larga agonía por la tuberculosis—, además de que su constante contacto con el alcohol y las drogas lo arrastraban a estados de alucinación y profundísimo desgaste físico.

“Nunca más” es una sentencia que semánticamente da la idea de liberación, pero en realidad es lo opuesto: oprime el alma y el pensamiento, baña de estatismo doliente toda la existencia. Si hay algo imposible es justamente la liberación. El pico del cuervo grazna y reverbera el silencio con una sola frase que recuerda a cada segundo que no hay salvación ni mejoría. Al mismo tiempo, tanto para el narrador del poema como quizá también para el mismo autor, la cantaleta constante del cuervo simboliza lo inamovible del destino, la desesperación de ver materializadas las más profundas tristezas irreparables. Una tortura suficiente para horrorizar a cualquiera y para hacer de esta vida de terror algo que no termina nunca, si acaso sólo con la muerte.

Allan Poe sucumbió a los horrores que atormentaban su consciencia. Murió a los 40 años en el hospital del Washington College, luego de haber sido encontrado en las calles, delirando y necesitado de ayuda. Las causas reales de su muerte no han sido esclarecidas totalmente y hay muchas conjeturas al respecto. Al final, el poeta dejó el mundo con el mismo halo de misterio que pobló su literatura y con la intensidad que transmitió en muchos de sus personajes. Fue hasta su muerte que la sentencia fatídica desapareció y por fin vio la luz hacia la libertad de su propio ser.

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