Volver al Vive Latino a mis 30

Damon Albarn es un Dios, un verdadero genio musical. Disfruté muchísimo verlo tan relajado en el escenario, incluso más que cuando pude verlo con Blur. Foto: Aldo Rafael Gutiérrez.

El fin de semana pasado se llevó a cabo el 19° Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino, cuyo cartel cada vez se aleja más de lo latino, lo que sea que eso signifique. Esta edición es la primera a la que asisto desde 2014 -cuando uno de los nombres pesados fue Arcade Fire-. En un par de ocasiones ha sido el trabajo lo que me ha impedido asistir; pero también el cartel me ha quedado a deber.

El festival se ha alejado de su esencia, que antes era el rock en español de México, Latinoamérica y de España. Las bandas protagonistas solían ser Café Tacvba, Babasónicos, Zoé, Jarabe de Palo y se incluían dos o tres bandas internacionales para atraer a otro público, como cuando estuvo The Mars Volta por allá de 2004. Esas bandas, fuera del festival, era complicado verlas, ya fuera que los promotores no quisieran arriesgarse a que los boletos no se vendieran o que podían experimentar trayéndolas al festival y medir la reacción para decidir si les daban una fecha aparte.

Sin embargo, el festival ya no es lo que solía ser. Cierto, todo evoluciona, todo cambia; pero es difícil no sentir nostalgia cuando llegas al Vive y piensas “¿Qué clase de Corona Capital es este?” (Inserte meme). El ambiente, la decoración, la audiencia, las actividades extras… Todo es diferente, todo se siente y se ve diferente, ya no es banda. Vamos, ya ni siquiera hay tapetes en el piso que sirvan para “aventar” a las personas en el aire. Y por supuesto entiendo que después de seis veces, la gente se puede aburrir de ver a La Cuca siempre en el cartel, pero las cosas cambiaron demasiado.

Mi primera sorpresa de hace unos años fueron los glamorosos food trucks, lo cual no fue malo, pero sí una señal de la transformación. Ese año, por ejemplo, fui al Vive con una amiga vegetariana y que hubiera mayores opciones de comida para su dieta, le cayó de perlas. Punto para el Vive.


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Por otro lado, se empezó a sentir el lucro con ciertas tendencias, como con la venta de mezcal, que tanto gusta últimamente, siendo que existe desde hace muchísimo tiempo y es difícil creer que se venda a los escandalosos precios en los que se encuentra en la Condechi, goé, cuando en Oaxaca puedes comprar un litro hasta en 300 pesos; y hasta en menos, si lo compras a los productores pequeños. Digo, qué bueno contar con opciones, ¿pero por qué a esos precios, Ocesa? Ni siquiera sé si es a ellos a quienes debo reclamarles que la chela cueste hasta 140 pesos, cuando ya de por sí puede ser difícil comprar un abono en más de 2 mil pesos. Pero claro, promotores, patrocinadores y organizadores nunca le van a perder. Como decía Olallo Rubio, “Gentrification for the Nation”.

Tal vez muchas de mis quejas tengan que ver con mi edad y con mi lenta, pero segura, conversión en señora. Pero me agrade o no, el hecho de trabajar me hace valorar las cosas de otra forma. Las cosas cuestan y el dinero, para muchísimas personas, siempre será una preocupación; entonces asistir al Vive es un lujo cada vez más difícil de pagar y que deja fuera a muchxs fanáticxs de la música, que finalmente es el alma de un festival. O bueno, lo era en mi juventud.

Pero pasemos a eso, la música. Mi perspectiva definitivamente es limitada porque sólo tuve chance de asistir al festival el domingo en la noche y pude ver sólo tres actos: Pussy Riot, Kase.O (a quien vi por un trato con mi hermano, porque no es mi estilo) y lo que esperé por tanto tiempo: GORILLAZ.

En el caso de Pussy Riot, fue un poco el morbo lo que me hizo verlas; quiénes son esas mujeres que se le pusieron al tú por tú a Putin y a su régimen. Están de acuerdo que no podía perdérmelas. Como sea, con Pussy Riot la música pasa a segundo término, porque más bien se trata de una declaración política que vino a suceder el día que se confirmó la victoria totalmente democrática de Vladimir Putin como Presidente de Rusia por un nuevo mandato, con el cual sumará unos inauditos 25 años en el poder. Eso definitivamente le dio un aspecto más simbólico a su presentación.

Como les digo, no se trata de la música, sino del mensaje que quieren dar. Empezaron su presentación con un discurso en español (dicho por una mujer mexicana ajena a la banda, desconozco quién era) sobre la violencia de género tan jodidamente cotidiana en este país. Hablaron sobre feminicidios, desapariciones, asesinatos de periodistas y activistas. Recordaron a Marielle Franco, a las mujeres zapatistas en resistencia. Empoderamiento para las mujeres, de eso se trató y fue realmente conmovedor porque pensaron en el público que las estaba viendo, quisieron comprenderlo y acompañarlo, reconocerle y decirle “sé lo que pasas y quiero decírselo al mundo”. Incluso para el final de su presentación, mostraron tres mantas con las leyendas “Estado feminicida”, “Vivas nos queremos” y “Ni una menos”, consignas tan urgentes y necesarias en estos tiempos.

Su mensaje es claro: punk, feminismo, libertad de expresión, libertad sexual. Puede ser que sus posturas me parezcan radicales, pero agradezco la voz de cualquier mujer que esté dispuesta a enfrentarse al mundo en nombre de todas nosotras.

Y ahora Gorillaz, ¿qué decir de algo que has esperado por tanto tiempo? Lo primero que se me ocurre es que Damon Albarn es un Dios, un verdadero genio musical. Disfruté muchísimo verlo tan relajado en el escenario, incluso más que cuando pude verlo con Blur. Las expectativas eran muy altas y se cumplieron, son una bandísima que se apodera del ambiente y crea una atmósfera única en la que la audiencia se entrega por completo a ellos. Claro, podríamos decir lo mismo de cualquier banda si quien escribe una reseña es un/a fan. Pero eso fue. Además, el que hayan salido con máscaras de luchadores les da todos los puntos del mundo.

El setlist me recordó que los empecé a escuchar en la secundaria y que a lo largo de todos estos años me han acompañado y musicalizado mi vida. Desde la primera vez que escuché “Clint Eastwood” y lo intrigante que me resultaba ver a una banda de dibujitos, hasta el nuevo disco por el que esperamos 7 años.

El recorrido por su catálogo fue emocionante, la proyección de los videos amalgamó música e iluminación, y crearon una experiencia visual hasta ese momento desconocida para mí, por momentos ni me la creía; entonces miraba a mi alrededor y todas las personas contemplaban y bailaban con la misma emoción que yo. De manera personal, lo más especial para mí fue verlos con mi hermanito, que recibió el primer disco de Gorillaz como regalo de Día de Reyes, díganme si no es la cosa más tierna. En fin, fue un espectáculo memorable que atesoraré de por vida. Si no pudieron asistir pero en algún momento tienen la oportunidad de verlos en vivo, háganlo. Créanme que no se arrepentirán.

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