Calles vacías. Banquetas solas. Comercios sin gente. Todo se detuvo durante 90 minutos más tres. Fanáticos de hueso colorado, patriotas de ocasión, detractores de todo, intelectuales de Facebook, mexicanos todos pausaron su vida, aunque sea por unos minutos, para ver al “Tricolor”.
Sin esperanzas, acostumbrados a lo mismo, así prendieron sus pantallas y se juntaron en zonas públicas y algunos restaurantes que transmitían el partido soñado para no recibir tantos goles.
Desde apuntes fatalistas de goleada sobre la escuadra mexicana; aquellas benevolentes que daban por marcador 2-1 y hasta algunos perdidos que pronosticaban empate, eran los augurios de este encuentro. Todos coincidían: en ningún caso podría ganar la Selección Mexicana.
Aún así, zonas de mucha afluencia se quedaron áridas, pasmadas por el encuentro del que se habló prácticamente desde que el sorteo de la FIFA arrojó que México iba a abrir su participación mundialista en contra de un campeón salvaje, que incluso en tierras latinas masacró a un Brasil sin importar la localía de hace cuatro años.
Empezó un partido con expectativa, pero no tanta, hasta que en el minuto 35′, un jugador de apodo diabólico hizo soñar de nuevo a gran parte de su pueblo. Y aún así, había incredulidad, incapacidad de creer en el triunfo sobre un titán alemán que desde el Mundial de Francia 98 arrolló a sus rivales, quienes todavía deben tener cicatrices.
Pero el tiempo no perdona. Es líquido y fluye sin importar quien esté en la cancha y México lo supo, no sólo los 11 presentes en el estadio Luzhniki, sino todos los expectantes que deseaban escuchar el silbatazo final.
Y sin más, el país se detuvo. La marea verde empezó a concentrarse en los monumentos que le dan identidad. Reforma recibió a gente a pie, sólo que está ocasión no era para exigir justicia, sino para vitorear a la selección. Cánticos, saltos, felicidad vestida de verde y algunos otros colores.
Tu, tu, tu tu, tu, entonados por claxon de coches y cornetas fueron la música que acompañó al triunfo de un primer partido que de fase de grupos con saber al anhelado quinto y a tocar la Copa del Mundo a través de sus representantes.
México sueña despierto, por primera vez en mucho tiempo el tema no fueron las elecciones costosas e insípidas, sino el ganarle a uno de los mejores equipos del mundo, porque los mexicanos están soñando con el triunfo para creer que el ‘ya merito’ puede ser desterrado de la cultura nacional. Hasta entonces, habrá que esperar a Corea como vimos a Alemania, desde abajo para vencerlo allá arriba.