“La comisión gubernamental me ha elegido para ser el primer hombre en viajar al espacio. No sabes, querida Valiusha, lo feliz que estoy, y quiero que tú también lo estés. A una sola persona le han encargado una tarea tan enorme: ¡Allanar el camino al espacio!”. “¿Puedo soñar con algo mayor? ¡Esto es historia, es una nueva era! En un día despega mi vuelo”.
Carta de Yuri Gagarin a su esposa Valentina escrita el 11 de abril de 1961.
Uno de los proyectos nacionales que más ha sido rezagado en la historia del siglo XX es el que representó la Unión Soviética. Desde su fundación en 1922, hasta su derrumbe en 1991, la URSS fue un actor internacional marginado y hecho de lado por el discurso hegemónico de Occidente.
Consecuencia de esto es que no identifiquemos la estatua de la Madre Patria con la misma familiaridad que símbolos nacionales como la Estatua de la Libertad, la Torre Eiffel o el Cristo Redentor. Que el arte de Kandinsky sea sólo reconocido y apreciado por unos cuantos neófitos y no por una parte de la cultura popular como los nombres Dalí, Van Gogh o Picasso. Que la música de Igor Stravinsky y Dmitri Shostakóvich sea vista como una expresión sinfónica compleja y poco accesible, a diferencia de sus contemporáneos Maurice Ravel y Johan Strauss. Que el futurismo sea un movimiento artístico y poético poco conocido, al menos no como el surrealismo o cubismo.
En cambio, sobre la URSS tenemos más presenté la imagen de Yosef Stalin, uno de los genocidas más grandes de todos los tiempos; las prisiones Gulag, donde eran condenados los individuos contrarios a los ideales socialistas, o la KGB, la policía secreta que perseguía y limitaba las libertades de los soviéticos.
Pocos saben que la URSS fue la única nación que no sufrió altibajos durante la crisis económica de 1929, evento que puso en shock al mundo entero y fue el catalizador del surgimiento del fascismo en Europa. El papel crucial que desempeñó en la II Guerra Mundial,, en la que prácticamente venció a la Alemania Nazi. Su importante aportación a la literatura con poetas como Vladimir Maikosky; o al cine en la dirección de Sergei Eisenstein o Andrei Tarkosky. Sus aportes a la ciencia y tecnología, materializados en sus logros en la carrera espacial, y el hecho que fueron ellos quienes conquistaron el espacio antes que nadie, de la mano del primer cosmonauta: Yuri Gagarin.
Para entender la importancia de Gagarin en la ciencia y tecnología, y por ende en la historia de la humanidad, debemos sobrepasar el discurso de las sociedades capitalistas que siempre se han atribuido los grandes avances tecnológicos. También, entender el papel que jugó la Unión Soviética como proyecto de país que desafió al mundo entero.
Desde su génesis, la URSS materializó la idea de Karl Marx de transformar el mundo. Como proyecto de Estado-nación, durante más de setenta años, cargó sobre sus hombros la efigie de un país que trató de consolidar un régimen más allá del capitalismo. Aspiró a la destitución de las clases sociales y la posibilidad de crear una nueva sociedad. Su máximo anhelo era consolidar una utopía, un sueño ideal. Así, la URSS fue la máxima hazaña del pensamiento de la modernidad, de ese paradigma que profesaba que las sociedades del siglo XX se dirigían hacia el progreso y el bienestar generalizado de todos.
No obstante, este proyecto, al encarnar ese papel, se transformó en la decepción más grande de la historia. Para la década de los ochentas, la URSS era un país atrasado y con dificultades de sobrevivencia. La nación que había limitado las libertades de su población y no había consolidado el progreso prometido por el sueño socialista.
A pesar de su inminente final, de forma personal, debo decir que el máximo punto de gloria de la nación soviética radica en la conquista del espacio, realizado por Gargarin el 12 de abril de 1961. En esa jornada, la nave Vostok 1, producto de un largo proyecto de desarrollo tecnológico de la Unión Soviética, cruzó los cielos de Moscú hacia la estratosfera. La noticia fue anunciada a nivel mundial, países como Reino Unido, Francia y los mismos Estados Unidos se quedaron boquiabiertos, ¿era cierto que los socialistas conquistarían el espacio, que habían desarrollado una tecnología capaz de esa hazaña? También, el pueblo soviético estaba al tanto de la odisea.
Desde las calles de Leningrado hasta el más recóndito poblado de Siberia, se sabía de la proeza que estaba a punto de materializar su país, producto de la ardua labor de cientos de científicos soviéticos y la inversión del gobierno en la industria aeronáutica. El viaje de Gagarin lo llevó a observar, en pocas horas, el estrecho de Magallanes, los Andes latinoamericanos, la Antártida y el desierto del Sahara; ciudades del Medio Oriente como Bagdad y Beirut.
A pesar que la travesía maravilló al mundo, el vuelo de Gagarin no estuvo exento de complicaciones; cerca del continente africano, la aeronave sufrió fallas mecánicas que por diez minutos amenazaron con acabar con la vida del cosmonauta, sin embargo, factores meteorológicos no previstos y considerados por los soviéticos le salvaron la vida. El vuelo terminó por ser un completo éxito, hasta su aterrizaje en la provincia de Sarátov. La noticia se anunció a la población de la URSS y luego ante el mundo.
Las imágenes de los festejos en la Unión Soviética son bellas por la expresión del pueblo. Desde las universidades al Kremlin, hasta los campos de cultivo y las siderúrgicas, se ve a la gente sonreír, darse abrazos de fraternidad y camaradería, saltar al aire de emoción. No era en balde, el socialismo había transformado heroicamente la historia de la humanidad y una nación que había tratado de ser contenida y aislada, había logrado un hecho que ningún otro país en la historia. Quizás, en ese punto, el ciudadano soviético vivió en carne propia una emoción que nunca podemos experimentar muchos individuos en nuestra vida. La sensación de que somos testigos de un evento que ha cambiado la historia y que formamos parte de un proyecto, de un sueño, que puede gestar un mundo diferente.