La semana pasada ocurrió un hecho del que no poca gente se enteró: el periodista mexicano-estadounidense Jorge Ramos, de Univisión, fue detenido de manera arbitraria por el gobierno del ‘dictadorzuelo’ (sí, hasta entre los dictadores hay niveles y clases) Nicolás Maduro.
La situación causó indignación entre comunicadores y analistas, quienes en automático expresaron su solidaridad con el reportero y su rechazo hacia el hombre que habla con los pájaros.
Más allá de lo ocurrido, el hecho mostró, por mucho, el panorama desolador que viven los periodistas en Latinoamérica. Somos indefensos ante cualquier amenaza.
Afortunadamente, para el rostro de Univisión sólo será una anécdota, pero imaginemos que la persona que se hubiera sentado frente a Maduro hubiera tenido otro nombre y otro “apellido” periodístico; quizá sería otra historia, quizá lo es y probablemente no lo sepamos.
Y es que tanto en México como en América Latina, las agresiones contra periodistas son una constante. Ya sea por parte del crimen organizado o por algún gobierno, el periodismo, hoy más que nunca, sufre de amenazas que ponen en jaque la libertad de expresión, absolutamente frágil en países como el nuestro.
Por ejemplo, en México, la vulnerabilidad de la prensa ha estado más expuesta que nunca tras la victoria del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde el primero de julio y hasta días actuales, los principales medios de comunicación de todas las plataformas, incluidas las digitales, han emprendido numerosos recortes en su plantilla laboral.
Decenas de trabajadores fueron echados a la calle, en buena medida porque los medios tienen una dependencia absoluta del dinero público y, ante el cambio de régimen y los deseos de recortar el gasto en publicidad, sus finanzas quedaron en un limbo presupuestal, pues gran parte de sus ingresos provienen directamente del gobierno federal.
En 2017, el New York Times reportó que en los primeros cinco años del gobierno de Enrique Peña Nieto se gastaron 2 mil millones de dólares en publicidad, y en ese mismo año, Bloomberg expuso que medios como Televisa y TV Azteca obtenían ganancias gubernamentales del 9 y el 10 por ciento respectivamente.
Y lo mismo ocurre con el narcotráfico que compra periódicos locales o, peor, asesina a sus colaboradores. En las zonas norte y centro sobran testimonios de colegas que “‘copelan o cuello'” y los 123 reporteros asesinados y contabilizados por la organización Artículo 19, del año 2000 hasta el 20 de febrero pasado, refuerzan el dicho.
Eso es el periodismo, una enorme y endeble amalgama que no es capaz de enfrentarse, mucho menos ser contrapeso, de autoritarios y criminales que sin miramientos aplican el poder que tienen.
El hecho contra Ramos y su posterior expulsión de Venezuela, demuestran que no importa la trayectoria, la fama o el apoyo de una casa editorial, sino se tienen las herramientas jurídicas y financieras que quiten la adicción al dinero público de los medios y los haga sustentables para evitar caer en las garras de los poderes reales y fácticos, estas empresas y su principal componente —el recurso humano— no serán capaces de equilibrar la balanza, ni ahora, ni en un futuro.
De a tuit
El mero mero de los contenidos de Netflix, Ted Sarandos, platicó con BWM que la empresa hará 50 producciones en México. ¿Será que veremos más Romas?, o ¿la apuesta será por más como Made in Mexico?