Ya son tres meses y a Melda todavía se le hacen de vidrios los ojos cuando se acuerda de ti. A veces es de tristeza, otras de felicidad por los momentos que vivieron juntos. Sigue durmiendo en su cama y haciendo su día a día en su casa. Esa que dijiste que sería de ella cuando te fueras.
Ahora ya no hace comida, pero sigue sentándose a coser o a ver telenovelas, como cuando ambos vivían mejores tiempos y tú podías andar por la casa sin bastón, o sin el apoyo de los brazos de tus nietas o nietos, hijas o hijos.
Aún tiene la manía de despertarse temprano y ya está pensando qué te pondrá de ofrenda ahora que vengas a visitarnos.
Coincidimos que lo que sí no debe faltar es tu licuado de betabel con guayaba y miel, ese que te alimentó por las mañanas hasta tus últimos días y al que señalamos como responsable de que nos acompañaras tanto.
¿Sabes? A veces te sueña o te escucha. La otra vez me contó que clarito oyó tu voz pidiendo que te llevaran al baño; otra madrugada la llamaste por su nombre y ella te contestó.
Creo que le da gusto saber que de vez en cuando la vengas a ver, aunque también siente tristeza porque ya no estás aquí.
Mi papá también te extraña. Porque al llegar a tu casa ya no hay quién le diga ‘Tacho’ o quién le pida, con tremenda insistencia, que suba agua al tinaco o que suba a ver si ya hay limones listos para cortar.
Creo que también le duele ya no oír tu voz pidiéndole que revises si tus papeles están bien, si tu credencial y la de mi abuelita están vigentes, o ayudarte a bañar o caminar por la casa.
Dani y ‘Chepa’ también te echan de menos. Estoy seguro que extrañan entrar a la casa y verte sentado en el sillón, o que les pidas que te lleven a lavar la boca, o a acostarte.
A mi mamá también le duele tu ausencia. Porque extraña que la llames por su nombre y que le mandes saludos a su mamá. ¿Sabes?, la vi muy triste el día que te despedimos y que te extraña mucho, porque quién mejor que tú para hacerse querer por el mundo.
A Manuel y Roberto también les pesa tu ausencia. El primero ya no tiene a quién llamar compadre cuando pone un paso en la casa y también porque ahora a quién le dice que le invite una caguama, si ya no estás tú para bromear con que sí y luego arrepentirte y hacernos reír. A Roberto me hace falta que olvides su nombre, que lo abraces al despedirte y preguntarle sobre cómo quedaron las Chivas o dónde ver el partido.
¿Y yo? Yo no puedo creer que ya se han cumplido tres meses desde que te fuiste.
Cada tanto miro la última foto juntos y aunque me reconforta el corazón, también sé que ese momento no se repetirá más.
Me gustaría llegar a tu casa y decirte que soy Juan Orozco, que me preguntes cómo me va en el trabajo y que me des el consejo de que debo cuidarlo porque tengo una promesa por cumplir.
También, que me platiques de tus viajes, de cuando viajaste en avión y en barco, y que me cuentes de las veces que viste las bolas de fuego.en el cerro del Elefante.
Extraño la fuerza de tus manos cuando me abrazabas y mirar tus ojos volverse cristal cuando te decía que no me molestaba parecerme a ti.
Pero te puedo jurar que te sigo recordando, que me prometí recordarte a cada momento y también escribirte cada que se cumpla un mes de tu partida.
Pero pensar que ya son tres meses me mata. Quisiera que también me vinieras a visitar, pero sé que eso es difícil porque nunca te dije dónde vivía ni tampoco te conté que la persona que mandabas a saludar con tanto cariño, ya no está conmigo.
Pero sé que me perdonarás ese olvido.
Ya son tres meses y sigo sin creer que un martes 14 de mayo, a las 22:45 horas, mi mundo terminó por fragmentarse y que desde ese día ya no estás más.