Exiliados los ídolos, quedan cruces en la raza,
un himno que sabe a ruego, ya no a amenaza,
en mis uñas está claro: la sangre y el barro;
el dios que mendiga ritos con atuendo de santo.
Me siento la serpiente, no recuerdo haber sido el águila.
Una profecía, presagio funesto,
mi casa sobre el agua, un hijo que no recuerdo.
la sensación torpe de pertenencia,
maíz con plaga, esa es ahora mi herencia.
La tradición de morir y comer en familia.
Saber que ya no es extraño mi enemigo,
consagrar a una madre en común,
y dolerle en el alma a mi hermano.
Es esta patria que ya no me alcanza…
Una muerte que no respeta banderas,
el grito sin guerra de los soldados descalzos,
y cuando tiembla la tierra también tiembla el indio.
Más #NidoDePoesía: Aminaromal