Lo que el miércoles vimos es sólo una pizca de su poder. Los universitarios se levantaron del hiper sueño que vivía desde pasada la huelga de 1999 y que el 5 de septiembre calló las bocas críticas –muchas de ellas ignorantes de lo que significa ser egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)– que señalaban con mucha ligereza la “apatía” de los jóvenes estudiantes de la máxima casa de estudios.
Lo cierto es que la marea de ideas, de ganas, de ímpetu, coraje y valor se hizo presente y con una cualidad que generaciones anteriores no tuvieron: la unidad. Facultades como Derecho, Medicina, Arquitectura, Veterinaria, Contaduría, además de los cinco Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) y ocho de las nueve Escuelas Preparatorias fueron de la mano para alzar la voz en contra de la inseguridad dentro del campus central y todo lo que eso implica.
Y no estuvieron solos. El Instituto Politécnico Nacional (IPN) –tal como Goku y Vegeta–, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la Pedagógica y la de periodismo Carlos Septién apoyaron en lo anímico y físico a los hijos de la UNAM que claman porque autoridades saquen a los porros, que haya seguridad dentro de las instalaciones, que se acabe con el narcomenudeo y que manos ajenas que tienen vínculos directos con la partidocracia salgan de una vez por todas de nuestra casa.
Es de aplaudirse la actitud de la juventud que por antonomasia se le consideraba crítica y que, en el último sexenio, la batuta la habían tomado comunidades de escuelas privadas como la Universidad Iberoamericana. Pero también es necesario señalar que las autoridades, timoratas, blandengues, inexistentes, de la junta de gobierno y Rectoría no han sabido actuar ante las crisis; está demostrado que la velocidad ni la agilidad metal para resolver una situación de esta magnitud son su fuerte. Quedaron rebasadas.
Enrique Graue Wiechers ha quedado hundido en su propia fosa, la que cavó con la promesa de recuperar el auditorio Justo Sierra; la que hizo más profunda con su silencio y complicidad con mini virreyes que se han instalado en escuelas y facultades, como Bertha Guadalupe Rodríguez del CCH Azcapotzalco -ahora ya separada del cargo pero sobre la que pesan muchos señalamientos, varios de ellos graves-.
La expulsión de 18 pseudo-estudiantes sólo es un paliativo y demuestra que su compromiso es más con los medios de comunicación que con la comunidad a la que se debe. Necesita extirpar el cáncer que habita desde mucho antes que varios de nosotros fuéramos aceptados en la Universidad. Los tumores son visibles, ahí están, en los mentados cubos, pero también se esconden atrás de escritorios y se escudan en el título de docente, académico y/o funcionario.
Quítelos, rector, sólo así creeremos que usted está preocupado por nuestra casa y no por salvar su futuro político que ahora se le ve deforme y con una vida muy corta.
Es su momento, universitarios, el tiempo, las circunstancias y la coyuntura les reclama que no sean llamaradas de petate, demuestren que son capaces de dirigir sus esfuerzos hacia exigencias legítimas. No se detengan y hagan valer el lema “Por mi raza hablará el espíritu”.
De a tuit
La cuarta transformación ya empezó. Demostró que se puede aliar a la prostituta de la política con tal de mantener su poder… tal y como lo hace el PRI.