Ejercicios de agradecimiento

Ejercicios de agradecimiento
¿De verdad debemos agradecer las desgracias? Foto: Pixabay.

Hace algunos meses uno de mis conocidos en Facebook estuvo posteando un curioso ejercicio de agradecimiento. No somos muy cercanos, pero entendí que el ejercicio había llegado a partir de la muerte de su esposa. Se trataba de escribir una suerte de diario donde mencionara aquellas cosas buenas y hermosas que vivió con ella —y agradecerlas—, en lugar de pensar sólo en la ausencia y en dolor; luego de varias de estas “entradas” informó que el ejercicio venía de una propuesta hecha por Russell M. Nelson, el presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Claro, tenía que estar Dios en la ecuación.

Estuve revisando los agradecimientos de este conocido mío con más detenimiento: concluyo que claro, está presente la importancia de valorar las cosas buenas, la perspectiva que te puede ayudar a salir de la tristeza, pero siento que hay una línea muy delgada entre el agradecimiento por ciertos elementos y el “tapar el sol con el dedo” por cosas que evidentemente son horribles. ¿Cómo agradeces haber experimentado la muerte de la persona que más amas en el mundo? ¿Y a quién? ¿A Dios? Ahí ya me perdieron.

Entiendo que es un excelente mecanismo de defensa el enfocarse en las “bendiciones” más que en los problemas, entiendo la esperanza, entiendo cómo de la gratitud lleguen a instalarse otras maneras de apreciar la vida y de sus “bondades”, por llamarlas de alguna manera. Pero por más que uno quiera cambiar de enfoque y no clavarse en el dolor, hay cosas que, perdón, no deberían agradecerse, sino ser objetivos. Este señor de la Iglesia de Jesucristo vio morir a su esposa a su lado, repentinamente, sin que él pudiera hacer nada. También murieron dos de sus hijas debido al cáncer. Él lo menciona para afirmar que ha encontrado una manera de agradecer incluso por eso, a Dios. Agradecer, por ejemplo, los años que Dios le permitió estar con sus dos hijas, en lugar de pensar en lo cruel e injusto que es que ya no estén. 

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¿De verdad debemos agradecer las desgracias? La vida tiene muchas y en niveles que este señor, en su privilegio, seguro no ha experimentado. ¿Se puede agradecer que maten a tus padres en la guerra? ¿Cómo agradeces haberte quedado sin piernas porque una bomba te cayó mientras estabas en tu sala? Hay que estar orate para agradecerle a Dios por estas cosas, ¡agradecer una crueldad! Este agradecimiento es un anclaje peligroso, pienso. Y aunque ciertamente la perspectiva que uno toma frente a las situaciones ayuda a sobrellevarlas, una cosa es sortear para no morir en el intento y otra es llegar al punto de agradecerlas. 

Los que ya me han leído lo saben: llega un punto en que Dios se cuela siempre, y eso me molesta. Es que “Dios obra de maneras misteriosas” y “sólo él sabe lo que hace”. Consuelo de tontos, digo. Yo no puedo agradecer de esa manera, no creo en Dios, ni en los chamanes, ni en las energías, ni en los muertos que vuelven a visitarnos, ni en nada. No hay a quién increpar e insultar, del mismo modo no hay a quién agradecer. 

Una disculpa por la amargura. Esta mañana encuentro imposible agradecer que un cáncer mató a mi amigo en meses, ¿cómo se hace eso? La idea de agradecer su muerte cuando sé que él no le hizo daño a nadie, agradecer una muerte que llegó porque la vida es injusta, porque el azar es cruel. ¿Esperan que agradezca los años vividos? ¿Qué cambie de perspectiva? Perdón, no me parece suficiente. 

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