“Cuando tenga la suerte de encontrarme a la muerte,
yo le voy a ofrecer todo el tiempo vivido
y este vaso henchido por un distante instante;
un instante de olvido”.
Era un martes 19 de septiembre de 2017 y Álvaro se hacía diversas preguntas:
¿Si volviera el amor?
Mientras trotaba en la mañana, antes de incorporarse a la rutinaria oficina, no dejaba de pensar en cómo hace algunas semanas había perdido los estribos en una discusión con su pareja. Era prácticamente un hecho que ya no volvería a saber de ella…
¿Si tuviera ilusiones?
En el autobús que recorre el Eje Central, contemplaba el camino a seguir para lograr el deseado ascenso en el trabajo. Aunque lo único seguro por ocurrir aquel día era jugar el partido de futbol semanal con los amigos del barrio; sin ninguna esperanza en ganar el torneo por los pobres resultados previos…
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¿Si pudiera borrarme?
Ya incorporado en su piso, deseaba desaparecer en ese preciso momento: tenía que bajar 20 pisos por las escaleras, y posteriormente subirlas, pues se realizaba el mega simulacro en conmemoración al terremoto que asoló la capital hace 32 años…
¿Si te hubieras quedado?
Álvaro no podía evitar sentir la culpa que lo asolaba desde la mañana; eran muchos años que tal vez podrían haberse ido al traste por un instante fugaz de desesperación y furia. Mientras sufría, faltaban pocos minutos para las 13:14 horas…
A las 13:40, Álvaro estaba desconcertado y desconectado de la realidad, rodeado de gente en su mismo trance, invadiendo una importante avenida de la gran ciudad. Tras recuperar un poco la conciencia, buscó desesperadamente su teléfono móvil en cuantos bolsos tuvieran su pantalón y su saco.
Tenía un mensaje no leído: era ella, pidiéndole reunirse en cuanto pudiera afuera del departamento que hasta hace poco compartían en el edificio Tamaulipas de Tlatelolco. De inmediato caminó el trayecto que lo separaba del lugar, no sin antes conectar sus auriculares, encontrados milagrosamente en el bolsillo de la camisa, en busca de un poco de distracción.
Por azares del destino macabro, la vieja lista de música almacenada reprodujo una canción de Rockdrigo González. El camino de 15 minutos a pie se hizo en un instante distante…
(…)
Rodrigo González, o simplemente conocido como Rockdrigo, fue un músico mexicano nacido en Tamaulipas. De espíritu inquieto, su vida tomó rumbo cuando durante su infancia recibió sus primeros discos de Bob Dylan y Donovan, entre otras figuras del folk/rock anglosajón; a su vez, era un gran conocedor del folclor mexicano, del cual disfrutaba y ejecutaba con reconocida habilidad el huapango.
A mediados de la década de 1970, se instaló en la Ciudad de México, donde destacó como el máximo exponente del “rock rupestre”, llamado así por la sencillez de su instrumentación y por el contenido realista de sus canciones; acompañado solamente de una austera guitarra Yamaha y armónica, Rockdrigo cantó sobre la cotidianidad en la ciudad, divagó en lugares icónicos como el Metro Balderas, reflexionó acerca de la cruda situación del desempleado y el asalariado en una urbe que transitaba hacia la economía neoliberal, además de tocar temas sumamente geniales de sátira política.
El 19 de septiembre de 1985, aquel fatídico sismo truncó la vida y obra del “Profeta del Nopal”, al desplomarse parte del edificio Nuevo León en la Unidad Habitacional Nonoalco de Tlatelolco, Rockdrigo ya no tuvo tiempo de cambiar su vida.
(…)
A un año del terrible movimiento telúrico del 19 de septiembre que mi generación experimentó en carne propia, este texto va en memoria de sus caídos, así como de los fallecidos hace 33 años. Con un deseo sincero de que quienes aún quedamos aquí, aprovechemos el presente y no dejemos que la maquina nos vuelva una sombra borrosa.