Desde hace unos años, la industria del cine estadounidense ha ido estableciendo la agenda sobre temas ásperos como el racismo, el género y la discriminación. Poco a poco a través de personajes, diálogos y escenas, la corrección política se va manifestando en la construcción de las historias llevadas a la pantalla grande. Algunos lo celebran, otros definitivamente lo detestan, lo cierto es que los éxitos de taquilla sacan lo peor de muchos internautas en cuanto a estos temas.
Desde comentarios en redes, hasta discusiones en reuniones de amigos y comidas familiares, la polarización se hace más evidente con cada película, particularmente cuando se estrenan “blockbusters” que causan polémica desde el anuncio del elenco. El último ejemplo fue La Sirenita, cinta de animación convertida en un clásico de Disney desde su estreno en 1989 —con la que muchos millennial crecieron— y que ahora en su versión “live action” tendrá una protagonista afroestadounidense.
La discusión en redes — como la mayor parte de las originadas en esas plataformas— fue vacía, con débiles argumentos y claramente racistas. Facebook y Twitter se han vuelto los lugares ideales para detectar a quienes se sienten superiores sólo por su color de piel (aunque sean mestizos) situación que en países como México tiende a hacerse más evidente en cuanto a oportunidades se trata.
Que importantes empresas visibilicen estereotipos y concepciones racistas incrustadas en el imaginario de muchas personas, habla bien de las compañías, incluso, funciona para modificar un poco el discurso de la supremacía blanca a partir de cambiar viejos personajes por nuevas interpretaciones, sin embargo, entendamos una cosa: ninguna empresa es alma de la caridad y estar a tono genera grandes ganancias.
De un tiempo a la fecha la apertura y cambios en el discurso de las multinaciones tiende a convertir en protagonistas a grupos que fueron invisibles durante siglos pero ¿realmente creen en eso? Pongamos en perspectiva a los millonarios.
Según Forbes, las 10 personas más ricas de este planeta son hombres; de ellos siete son estadounidenses (todos blancos). ¿Le seguimos? Las 10 empresas más valiosas del mundo son estadounidenses y lideradas por hombres… blancos, por cierto. Una más: los seis estudios más rentables de Hollywood son comandados por hombres.
¿Dónde está la apertura?, ¿en las historias?, ¿en sus protagonistas?, ¿sirve de algo cambiar la forma sin trastocar el fondo? Dar una respuesta a bote pronto a esto, sería cometer una pifia y caería muy fácil en el lugar común, sin embargo, a simple vista lo que hacen desde la industria del cine parece más querer tapar el sol con un dedo; un intento hipócrita de hacer creer a la gente que estamos en una mejor época cuando el statu quo se mantiene intacto.
La industria se ha dado cuenta que si cumple con un número determinado de producciones ad hoc a las exigencias de sectores oprimidos mata dos pájaros: el primero al acercarse a quienes siempre los han visto como un grupo minoritario de privilegios infinitos; dos, generan ganancias multimillonarias, no por nada “Pantera negra” es la cuarta película más taquillera de Marvel.
Celebro, como parte de una generación más abierta y menos oprimida, que haya más apertura, que se den y logren los intentos por establecer un equilibrio en cuanto a oportunidades se trata, pero no nos perdamos en cortinas de humo, pues ¿de qué sirve pelearnos en Twitter por el color de una protagonista cuando los dueños del tablero sólo se dedican a ver la carnicería desde los asientos más cómodos que pueden pagar apellidos? Francamente, no le veo sentido.
De a tuit
Stranger things se ve buena, está buena y pinta para ser mejor aunque yo soy de la idea que otra temporada puede provocar un descalabro en la historia de estos niños, ahora adolescentes.