Alphonse Mucha, sueños y ojos de mujeres

A Mucha le rinden culto y honor en cada esquina de Praga. Su arte representa la belleza femenina, a través de retratos de hermosas mujeres.
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De entre todas, hubo una que causó en mí un enorme sobresalto: la representación de una bella eslava de penetrante mirada verde que parece verte directamente a los ojos. Imagen: Especial.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de visitar Praga. Uno de los aspectos que más me gustó fue el culto y honor que rinde la ciudad de los castillos a uno de sus hijos predilectos: el pintor y artista decorativo checo Alphonse Mucha. En el Casco Antiguo de la ciudad, en las tiendas de souvernirs, en los muros de las calles, o en las paredes de los cafés y restaurantes hay cientos de las famosas litografías de uno de los máximos representantes del art noveau europeo de la primera mitad del siglo XX.

 

El arte de Mucha tiene la finalidad de representar la belleza femenina, donde destacan sus representaciones de la estaciones con diferentes retratos de hermosas mujeres. En más de una ocasión, al observar esos cuadros, no pude evitar pensar en las modelos que habían inspirado al artista checo para hacer las hermosas representaciones que hoy decoran cientos de recintos de Praga.

 

De entre todas, hubo una que causó en mí un enorme sobresalto: la representación de una bella eslava de penetrante mirada verde que parece verte directamente a los ojos. Al presenciarla, en mi mente traté de recrear a esa mujer de piel y hueso. Imaginé el momento en que Mucha la observó por primera vez y sintió dentro de sí el inmenso deseo de plasmar sus ojos para la posteridad, para que setenta años después, un joven viajero como yo, que estaba de paso por Praga, recreara ese momento en su mente.

 

Lo que siguió después de eso fue una larga caminata. Por azares del destino llegué al Café Louvre, lugar visitado por otro hijo predilecto de Praga, el escritor Franz Kafka, lugar donde comí y después dejé para ir escuchar un concierto de jazz en un bar que se encontraba al lado.

 

El recital de la noche consistía en una serie de interpretaciones por artistas locales de canciones de la época de oro del jazz de Estados Unidos de los cuarenta. La noche fue maravillosa, y mientras oía canciones como Fly me to the Moon o It´s only a paper moon, en mi mente seguían los penetrantes ojos verdes de la litografía de Mucha. Eso me hizo reflexionar en la importancia que para mí tienen los ojos desde que era un adolescente: siempre fue común que me enamorara al menor gesto de las niñas de ojos grandes con gruesas pestañas que decoraban su rostro. A menudo, aún hoy en día, es común que me quede anonadado, con una mirada de bobo, al ver a las niñas que tiene grandes y bonitos ojos.

 

Mientras avanzaba la música, más me perdía en la reflexiones sobre los ojos, a la par que me invadía el gusto y placer relajante del ambiente que empezaba a sentirse dentro de ese bar, a razón de la música.

 

En un punto recordé que hacía unas noches había soñado con varias personas que no había conocido jamás, no obstante, en mi sueño, convivía con ellos de una forma natural e íntima, como si los hubiera conocido de toda la vida. ¿De dónde habían salido esos rostros, esos individuos que en mis sueños se recreaban de forma tan natural? Esa pregunta no la pude responder esa noche, pero hace apenas unos días, un artículo científico de una conocida revista de psicología respondió mi pregunta. En él se expresaba que no es posible para nuestra mente soñar con algo que no hemos visto o no conocemos, siempre, nuestra mente, nos da representaciones de imágenes que ya hemos observado en algún lugar.

 

Cuando soñamos con alguien que desconocemos es a razón de que su rostro lo vimos en algún punto de nuestra vida y nuestro cerebro, como un increíble disco duro, guardó esa imagen para luego presentárnosla de nuevo en nuestros sueños.

 

Es común para mí soñar con personas que no son parte de mi vida diaria, en unos inicios, eso me causó curiosidad. Luego, pensaba que tal vez en algún momento futuro de mi vida quizá encontraría a alguno de esos seres y deambulaba por la vida para buscar sus rostros en la multitud de gente que veo día a día.

 

Hoy sé de donde vienen esas personas, del pasado, de lo que ya he vivido, y como todo lo que forma parte del pasado, sé que no volveré a ver a muchas de esas personas en el futuro, que me será inaccesible. Muchas de ellas son mujeres, mujeres de ojos grandes que vi como en la litografía de Mucha y que a veces vienen a hablarme y pasar un tiempo conmigo en mis sueños, ante eso, creo que quizá no pueda dibujarlas para que otros las observen como el gran artista checo. Sin embargo, me queda un último recurso para hacer honor a esos rostros y ojos, que no es nada más que éste: escribir sobre ellos, querido lector, y que tú trates de recrear los ojos más bellos que hoy recuerdes.

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