La poesía en un ring

Poesía ring
Foto: Pexels.

Hace algunos años participé en uno de los torneos de poesía que organizaba la editorial Verso Destierro. No gané el primer lugar, me quedé en el segundo, pero muy satisfecha porque Alus Jota, venía muy preparado y sus poemas eran unas tremendas balas. 

Desde que me lancé a participar en la primera ronda, me encantó la dinámica. De acuerdo con las reglas, había que leer tres poemas, pero como que éramos ya muchos y el evento se alargaba demasiado, así que al final sólo fue necesario leer un poema y vaya que fue suficiente leer sólo un poema. Ahora que lo pienso no sé muy bien qué fue lo que me impulsó a inscribirme en primer lugar, pues suelo ser una persona de bajo perfil y hace algunos años lo era todavía más. Ciertamente me gusta intentar cosas nuevas, pero no busco ser el centro de atención; el caso es que en esa primera lectura de la clasificación sentí cómo me transformaba en algo que no sabía que yo podía ser. De pronto el mundo se redujo a mí y al poema, todo se concentró bestialmente en pocos segundos. Y fue muy curioso porque lo único que hice en realidad fue leer. 

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Quiero compartirles cinco cosas que aprendí de ese torneo y que han sido lecciones importantes para seguir transitando los caminos de la poesía.

  1. Que la poesía sí es un deporte intelectual. Con esta frase se anunciaba el torneo y me di cuenta de lo real que es. A veces cuando voy a lecturas o presento mis libros hay una pregunta que se repite: ¿cómo hacerle para volverse escritor? La respuesta es muy obvia por simple: yo suelo responder que uno se hace escritor escribiendo, así tal cual, escribiendo diario o casi diario, produciendo, dedicando tiempo de la vida a una actividad con constancia y disciplina. Pienso en los maratonistas. No corren 42 km diarios, pero sí se andan recorriendo 5 por varios días y después aumentan hasta llegar a 10, y se mantienen, hasta que llegan a 15 y así. Lo más importante es que no dejan de correr ningún día, entonces eventualmente, a fuerza de dedicación y rutina logran correr un maratón. Con la escritura pasa lo mismo, de modo que sí, es un deporte intelectual. 
  2. Que la poesía no es un ser extraño que no se entiende. Existe un gran prejuicio para la poesía, se suele decir que es para algunos cuantos, que no es comprensible ni accesible, que es de una inteligencia especial, que está pensada y hecha de y para ciertos grupos. Nada de eso es, al menos totalmente, cierto. Porque sí requiere un manejo inteligente del lenguaje, disciplina, lecturas previas, pero esto no significa que sea inaccesible o un bicho raro que se enseña en las escuelas nada más. La poesía es contemporánea, nos dice mucho de nuestro modo de ser y entender el mundo, mucho de nuestra época, de todo lo que es humano. Además, es muy moldeable y adaptable: puede existir en los rincones menos pensados, y es tan flexible que puede triunfar en un aula igual que en un cuadrilátero con réferi.
  3. Que la palabra pesa mucho más si se lee bien. Hace unos días asistí a una tremenda gala de poesía en la que estaban enormes poetas como Elsa Cross, María Auxiliadora Álvarez, Nuno Júdice y Raúl Zurita. Noté que todos tienen una peculiar manera de enunciar y de leer sus textos, que la personalidad de cada uno le da un cierto peso a los versos, que importa mucho no sólo lo que se lee sino cómo se lee. En el cuadrilátero era muy importante adueñarse del espacio (lo que no significa actuar, brincar, gesticular de más, exagerar), tener buena entonación y atrapar la atención de los espectadores con nada más que la palabra. La lectura de Zurita fue la más breve, pero la más poderosa. Estaba ahí, empequeñecido, encorvado, sentado en un asiento del que prefirió no levantarse, sin embargo, con su voz y su manera de leer sus versos dejó atónitos a todos. La manera de leer vaya que importa. 

Ya mencioné que no gané el torneo, pero eso no me pareció una tragedia. Me quedó el aprendizaje de muchas cosas y de seguir convencida de que la poesía es uno de los caminos más satisfactorios que he recorrido en esta vida.  

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