México batió un nuevo récord: el de acumular más muertos en los primeros tres meses en un arranque de año. En total son 8 mil 493 cadáveres; todos ellos víctimas de homicidios doloso, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) lo que quiere decir que diariamente hubo 94 muertos, equivalente a dos autobuses ADO llenos que van de la Capital a cualquier parte de la República.
A ellos hay que sumarle la masacre en Minatitlán, Veracruz, donde el pasado 19 de abril, 13 personas fueron brutalmente asesinadas por un comando armado, incluido un bebé de un año y otras más quedaron heridas. No debemos dejar de mencionar a las dos mujeres ultimadas apenas el domingo 21 de abril en Comalcalco, Tabasco, donde también dos niños fueron heridos. Uno tenía seis meses de edad.
Este recuento horripilante —que ojalá fuera de una película de terror jamás contada— es parte de un guion monstruoso que lleva azotando a nuestro país durante al menos dos sexenios. La brutalidad ejercida (perdonen el calificativo) por estas bestias infrahumanas, demuestra que los ciudadanos nos encontramos en un estado de indefensión, convertido en paranoia colectiva que nos hace preguntarnos varias cosas, sin importar el lugar del país donde estemos ni el estatus social que ocupemos: ¿ésta será la última vez que llego de mi casa? ¿por qué se lastima con esa facilidad a la niñez de México? ¿en qué otro país del mundo se mata con tanta saña a personas tan indefensas como un bebé?
El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha mencionado reiteradamente que la delincuencia era causada por la corrupción y la falta de oportunidades brindadas al pueblo. En parte tiene razón, pero ha olvidado la otra parte, aquella que se refiere a la fragilidad de las instituciones, principalmente las encargadas de ejercer y repartir justicia. En un país donde el 99.3 por ciento de los casos queda impune, según datos del Índice Global de Impunidad, debería ser el principal eje de acción de este gobierno.
También ha dicho el tabasqueño que una vez puesta en marcha la Guardia Nacional, se percibirá una mejora en la seguridad nacional en los primeros seis meses de operación. Sin embargo, esto parece más un discurso vacío que un plan definido. De acuerdo con el Semáforo Delictivo, de los 11 delitos que más afectan a la sociedad, 10 son del fuero común, es decir, le toca a los gobiernos estatales y municipales contenerlos y erradicarlos ¿o acaso AMLO le hará la tarea a los gobernadores quienes están echados en la hamaca del ‘valemadrismo’?
El esfuerzo debe ser colectivo e implica voluntades políticas inexistentes entre los gobiernos y congresos. De entrada se necesita una purga urgente del Sistema Judicial, de las Fiscalías y de las policías. Ninguna de esas entidades sirve y son pieza clave para cualquier sociedad. Desde el policía de calle que se deja sobornar según el tipo de delito y el malhechor; pasando por los Ministerios Públicos cuyas investigaciones paupérrimas e ineptas son incapaces de encontrarle pruebas al criminal más tangible, y finalmente los jueces, quienes encuentran los mejores huecos legales para dejar en libertad a quien pague por ella.
No más, señor Presidente, este país no puede resistir seis años más de crímenes y violencia. Créame, los delincuentes no dejarán de serlo sólo porque usted tiene su consciencia tranquila, para nada. El mexicano es una especie que entiende a palos metafórica y literalmente hablando y para ello debe haber instituciones fuertes, equilibradas y limpias que le enseñen a esta sociedad que no pueden hacer lo que quiera, mucho menos hablando de delincuencia.
Si usted, su gobierno y los electos por su partido no lo entienden, entonces estamos condenados a destruirnos los unos a los otros. Ya hay brotes de esas situaciones cada vez que un ratero es cazado por una multitud enardecida. Es ahí donde se ve y entiende que la violencia es una enfermedad con tendencia a agravarse si no se le atiende. Usted lo sabe y si no
está dispuesto a hacerle frente, ni todos los viajes en aviones comerciales, ni todos los apoyos a jóvenes y adultos mayores, ni mucho menos los trenes mayas, le darán la tan cacareada cuarta transformación. De mí se acuerda.
De a tuit
El capítulo dos de Juego de Tronos parecía más uno de Crepúsculo: puro bla bla bla y nada de pam pam pam. Al menos ya vimos que Arya ya no es una niña y que sabe lo que quiere en esta vida.