Sobre La Pirateca y los terrenos de lo ilegal

la Pirateca
Foto: edirain/Pixabay.

No es nuevo para nadie que desde hace muchísimo tiempo existen maneras ilegales para tener acceso a los libros: páginas web y de redes sociales, bots y canales en Telegram, entre otros, que difunden libros en pdf u otros formatos electrónicos de manera gratuita y sin fines de lucro: piratería.

Uno de estos proyectos, llamado La Pirateca, logró instalar alcancías en algunas librerías independientes de México, con el fin de abrir un canal de apoyo voluntario y anónimo para la continuación de su proyecto. Nadie sabe quién o quiénes están detrás de La Pirateca, ya que, al parecer, sólo se condujeron a las librerías a través de redes sociales y fue por este medio que obtuvieron el permiso de instalar sus alcancías.

En junio de 2022 personas del IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial) llegaron a dichas librerías para imponer medidas cautelares en materia de propiedad intelectual, recogieron dichas alcancías y acusaron a las librerías de ser cómplices de un proyecto que promueve y apoya la distribución ilegal de libros.


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Hace algunas semanas, Carlos Armenta, director de la editorial y librería Impronta, subió a Twitter un comunicado en el que contaba lo sucedido, ya que su librería fue una de las que otorgó permiso a La Pirateca para instalar una alcancía. Él argumenta que el apoyo al proyecto se debió a que se trata de una actividad que cuestiona y critica los abusos del derecho de autor y el embate que privatiza el conocimiento y la cultura. Parte del activismo es la desobediencia civil, en este caso, desobedecer la ley para señalar que es injusta. Al día de hoy Impronta tiene una seria infracción en materia de comercio que puede terminar en una sanción con consecuencias graves.

A partir de su comunicado de desataron muchísimas opiniones al respecto. Y creo que muchas de ellas son terriblemente maniqueas, es decir, se concentran en blancos y negros y no se ponen a considerar la inmensa gama de grises que el asunto trae consigo. Yo lo que quiero es poner sobre la mesa algunos de esos grises tan incómodos y a veces tan poco considerados que son los que en realidad le dan jugo a esta discusión que por supuesto no es sencilla.

Sí, es ilegal, pero preguntémonos cuáles son los orígenes de estos proyectos de piratería, muchos de los cuales no lucran en absoluto para dar a conocer libros a gente que, de no ser por ellos, no podría tener acceso a esos libros. Si bien La Pirateca solicitaba una donación, otros proyectos como Librería Zeta —que recientemente fue cerrada por la misma situación— no recibía ni un peso por la tremenda labor de conversión a diversos formatos y la puesta a disposición de una manera sencilla y totalmente gratuita.

Ahí están las bibliotecas, me dirán, para que los libros se lean y no se propaguen de manera ilegal. Y sí, existen, pero sabemos que al menos en México son muy escasas y no contienen todos los libros. Además, en el supuesto de que las bibliotecas tuvieran el acervo correcto, ¿se criminaliza al estudiante que saca fotocopias de los libros para sus tareas ya que no tiene las posibilidades de comprarlos? Digamos que todos tenemos los recursos para adquirir cuanto libro queramos, ¿en verdad podemos hacerlo en un país donde hay más cines y bares que librerías? ¿Un país donde hay libros que no se hallan ni en Amazon y donde lo que la gente quiere es simplemente leer?

Entiendo el enojo de los que se encuentran del lado de la hechura, comercialización y venta de libros, de verdad lo entiendo en tanto que soy autora y trabajo en una editorial que batalla todos los días por tener los recursos suficientes para mandar a imprenta un libro, para distribuirlo, difundirlo, promocionarlo, venderlo, y además pagar sueldos y gastos varios propios de una empresa común y corriente, lo entiendo muy bien. Y sin embargo yo misma he recurrido a páginas de descarga gratuita por razones económicas o porque los libros no se encuentran.


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Muchas personas se encuentran escandalizadas por las violaciones a los derechos de autor, y también tienen razón, es un hecho que los porcentajes que se otorgan a los autores por la venta de sus libros son pequeñísimos, pero esto también tiene que ver con el costo de producción de un libro, además de todas las cosas que se le van sumando. Hay quienes no saben, por ejemplo, el descuento que las librerías piden a las editoriales por la venta de sus libros, de modo que la editorial (en especial si es pequeña e independiente), a menos de que produzca un best seller tras otro, no logra realmente enriquecerse nunca con la venta de sus títulos. Tampoco se habla de lo morosas que son las librerías.

Si hay una preocupación genuina por los derechos de autor, la discusión no debe estar en la piratería de sus libros, sino en la falta de pago que reciben en todas las demás cosas que sabemos que los escritores hacen y que no son remuneradas. Hace tiempo una amiga que no tiene nada que ver con la industria del libro, me preguntó cuánto cobraba por presentar un libro. No tenía idea de que esas cosas no se pagan (deberían pagarse, pero no se estila); ni al autor ni a los presentadores se les da un pago por eso. Cuántas revistas lanzan sus convocatorias para enviar poemas, ensayos, cuentos, etc., a cambio del flamante espacio en sus páginas, sin pago alguno. La escritura es un trabajo y no se está cuestionando la falta de remuneración por ello, pero sí es muy cuestionable la distribución libre de sus libros, cuando en sentido estricto, el asunto de la falta de remuneración por su trabajo es de base la cuestión que atañe a ambos casos.

Es cierto que ahora existen muchas plataformas de lectura que se pagan por suscripción y que dan acceso a todo el catálogo de las editoriales, por ejemplo Bookmate, que permite leer y escuchar una gran cantidad de libros por una cuota fija (un Netflix, digamos, pero de libros), y a la par de Bookmate han surgido otras: Audible, Storytel, Zebralution (a través de Spotify), Perlego; además de los viejos conocidos: Google Books y Apple Books, por mencionar sólo algunas. Estas plataformas son una excelente salida para el asunto, pero de nuevo no cuentan con todos los libros disponibles.

Antes de que Fernanda Melchor abandonara las redes sociales, uno de sus tuits explotó el internet pues en él se mostraba indignada por que la gente se pasara su libro en pdf en lugar de comprarlo. Sí, entiendo, lo ideal sería la compra, ¿pero no es también importante que un libro sea tan bueno que todo mundo lo quiera leer, incluso si no pueden comprarlo o no lo encuentran en su librería? ¿No es de llamar la atención ser una autora leída, en el formato que sea, de modo que de boca en boca se sigue transmitiendo la conciencia de que es un libro que se debe leer sí o sí? Lo pongo con un ejemplo: uno de mis libros está para descarga gratuita (alguien lo subió, y yo me enteré de casualidad) y de todos modos estoy segura de que nadie lo ha rolado porque no es lo suficientemente bueno, no soy Fernanda Melchor.


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Al final de cuentas, todos los que trabajamos en algo relacionado con los libros queremos respeto para el libro, claro que sí, y queremos que exista también una educación y verdaderos programas de fomento a la lectura (que no sean regalar libros porque eso no beneficia a nadie), talleres, acercamientos a la literatura, conocimiento de lo que es realmente la labor editorial. Creo que todos buscamos este amor al libro y lo defendemos desde la trinchera que podemos al tiempo que reconocemos que no hay una única trinchera. Carlos Armenta decidió apoyar un acto de rebelión porque, a pesar de tener él mismo una editorial y una librería, fue capaz de reconocer que deben existir otros canales de distribución que cuestionen una serie de mecanismos y cuadraturas contra los que muchas veces no tenemos para donde hacernos. Él, que mientras apoya este tipo de activismo, también es el director del Comité de Editoriales Independientes de la CANIEM (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana), institución que lleva años apoyando a Cempro y lanzando diversas campañas de comunicación en contra de la piratería. Creo que una cosa no debería estar peleada con la otra porque hay puntos en común en la defensa de los libros y la cadena de la edición y las librerías.

¿Debemos permitir la piratería? En sentido estricto no. Y es grave si a través de la libre distribución de libros que no nos pertenecen porque no los trabajamos y sencillamente los robamos estamos obteniendo un beneficio económico. Pero debemos considerar todas las circunstancias antes de vetar categóricamente una acción y buscar culpables absolutos. En los programas de estudio los mismos profesores dan a los alumnos libros en pdf para que puedan hacer la tarea porque saben que a veces no es tan fácil acceder a los libros, y no lo hacen con el afán de vulnerar los derechos o traicionar a los autores o las editoriales, sino con el fin de propagar el conocimiento. A fin de cuentas muchos lectores se hicieron lectores gracias a que alguien les prestó unas fotocopias y les inculcó el gusto por la lectura, creo que deberíamos pensar más al respecto.

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