¿Y si empezamos a pagar por la información?

El usuario debe empezar a pagar por la información que lee. Pero, ¿cómo hacer que un usuario inicie una práctica que nunca hizo antes?

Hace unos meses discutíamos unos compañeros y yo sobre cómo hacer que los medios de comunicación salgan de la banca rota. Propuestas más, propuestas menos, todos llegamos a la misma conclusión: el usuario debe empezar a pagar por lo que lee. Pero, ¿cómo hacer que un usuario inicie una práctica que nunca hizo antes?

El problema del ingreso económico del periodismo mexicano inició con la llegada del Internet. Los portales comenzaron a volverse visibles y adquirieron mayor importancia conforme pasaron los años. Los medios lo vieron como una amenaza más que una oportunidad, pero ni así organizaron una estrategia lo suficientemente clara para dejar de reproducir esquemas de antaño, como fue el vivir de la partida presidencial disfrazada de pautas publicitarias.

Los que se acercaron a las plataformas digitales, a principios de este siglo, lo hicieron con el pie izquierdo y su método fue el “Copy paste” de su contenido tradicional. Nunca se preocuparon por generar información especial, mucho menos acorde para sus entonces nuevas plataformas y su público, que cada vez acudía con mayor frecuencia a los portales; por el contrario, las redacciones siguieron funcionando como en la época de las prensas, con reporteros aptos sólo para escribir; no se les actualizó en el manejo de otras herramientas y poco se hizo para promover una transición que fuera tan rápida como la tecnología misma.

Ya entrado el 2008, con el apogeo de redes sociales como Facebook y Twitter, tanto medios televisivos, radiofónicos e impresos quedaron obsoletos, principalmente los últimos quienes ahora ya debían competir con la velocidad de la web, carrera imposible de ganar para las ediciones matutinas que quedaban rebasadas desde antes de ser repartidas en los puestos de periódicos.

Este breve recorrido histórico nos trae a esta situación de emergencia: el periodismo está en quiebra. Y ocurre en buena medida porque, como se ha dicho en este espacio, los medios estuvieron atenidos al gobierno y sus recursos, pero también, porque todavía no han sabido hacer notar su importancia en el panorama actual y no entienden cómo “empacar” y vender la creación de contenidos.

Eso se nota entre los lectores quienes siempre encuentran la información que desean sin aportar un centavo, porque a final de cuentas casi todos traen lo mismo. Pero la culpa no es de ellos, sino de los medios, quienes se han dedicado a canibalizar la información unos a los otros y asumen que con dar el crédito a través de la oración “con información”, citar al colega o acudir a la “Crestomatia”, ese invento horrible de Paty Chapoy, ya tienen el permiso para reproducir lo hecho por la competencia.

Si desde las empresas de comunicación y periodismo no se respeta el esfuerzo realizado por otros medios, ¿cómo nos atrevemos a pedir que el lector pague por algo que encuentra en cualquier buscador? Simplemente echemos un vistazo en los portales de todos los medios y notaremos que no hay uno solo que se excluya de estas prácticas, hoy representa un alto costo para el gremio.

Otro factor que permea en la manufactura de la información y se da en las redacciones y sus pasillos. Las direcciones de medios tan importantes como Reforma, Milenio o Excélsior son indolentes ante la falta de personal. Para ellos muchas veces es mejor que les renuncien y poco —a veces nada— hacen para cubrir las vacantes. Incluso, hay muchos medios donde una persona hace el trabajo de cuatro, trabajador que termina desertando y el hueco se va haciendo más grande.

No es de a gratis que muchas empresas tengan fuerzas operativas paupérrimas, cansadas y muy, muy explotadas. Los directivos tienen mucha responsabilidad de esta situación. Antes, asumirse como reportero, si bien no era sinónimo de rico, era de alguien que podía vivir de forma un tanto más tranquila que el promedio. Hoy en día es sinónimo de carencia, de jornadas laborales interminables y de salarios absurdos.

Llegamos al punto en el que debemos empezar a pagar la información, no sólo como lectores o consumidores de tal o cual medio, sino como empresas que evitemos la rapiña de lo publicado por otros. Ya lo hacen en Estados Unidos a través del “paywall” donde después de ciertas condiciones el usuario paga por lo que consume. Sólo así ofreceremos mejores contenidos y también, mejores profesionales de la comunicación capaces de estar a la altura de públicos cambiantes. Deseo que ocurra pronto.

De a tuit

Platiqué con los protagonistas de Chicuarotes y el ver las apuestas por un cine mexicano más cercano a la vida real, me hace ver que, pese a todo, la producción nacional es vigorosa. Por cierto, en IMDB tiene una calificación de 7.3.

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