Desde que leí Poeta chileno me gustó mucho el estilo de Alejandro Zambra, me clavé con la simpleza y la honestidad de sus historias, con lo bien que entiende la realidad cotidiana y su manera de escribir de ella.
Luego le di un descanso y leí otras cosas. Pero recién hace unos meses publicó Literatura infantil, un libro de relatos que me pareció hermoso y entendí que Poeta chileno era un punto álgido de sus obsesiones e intereses, me di cuenta de que había ciertos temas y ciertas miradas que estaban soterradas en sus cuentos (y en su literatura en general): la paternidad, la niñez, las complejas pero al mismo tiempo simples relaciones humanas, el vínculo indisoluble (el puente, digamos) entre la infancia y la adultez, y la escritura y la literatura.
El primer relato de Literatura infantil es de una belleza enorme, es tan conmovedor desde la primera frase que no creo haber leído algo que me pareciera más bello tan rápido. Este relato es sobre los primeros días de vida de su hijo, Silvestre; en él parecieran asomarse los lugares comunes, sin embargo, la mirada de Zambra les da la vuelta para entregar un texto tan honesto y tan profundo que yo recomendaría a todos los padres primerizos más que cualquier texto de autoayuda o de sencillos pasos para conquistar la paternidad.
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Luego de este libro ya estaba totalmente metida con Zambra. Leí Bonsái y La vida privada de los árboles; luego leí Maneras de volver a casa, Facsímil y Mis documentos.
Puedo concluir que lo que más me gusta de Zambra es la manera en que hurga en los seres humanos. Me gusta la literatura que explora lo intimista, pero que al mismo tiempo no necesite tornarse seria. Margarita García Robayo es intimista, pero muy formal, ácida y muchas veces sus personajes son antipáticos. Alejandro Zambra es lo opuesto: personajes a los que quisieras tener como amigos, protagonistas con un nivel tal de inocencia que en algún nivel invitan a la empatía, a la fraternidad y a los detalles que hacen que la vida sea agridulce pero siempre con esperanza.
Cuando leí Facsímil —un experimento genial a partir de los exámenes que se toman en Chile— sentí que me estaba reencontrando con un Oliverio Girondo pero del siglo XXI. Zambra conserva esa actitud lúdica, enfocada a una suerte de alegría de vida, que atraviesa mucha de la obra de Girondo: una especie de burla hacia las instituciones, de juego, de broma inocente pero también incisiva, que se acompaña con reflexiones importantes sobre los roles de la sociedad, las imposiciones, el deber ser de los adultos frente al mundo que les toca enfrentar. Aquí, quiero mencionar un texto fulminante que se contrapone totalmente con la paternidad deseada y responsable que viene en Literatura infantil, pues se trata de una carta de un padre que se cuestionó con seriedad si quería o no tener ese hijo y que al tenerlo decidió separarse de su madre y de él. Es un texto hermoso y triste, también muy conmovedor, por las razones opuestas a las de Literatura infantil, lo cual encuentro increíble y maravilloso.
En la literatura de Alejandro Zambra veremos historias sobre cosas comunes. Decía un profesor de la universidad que nuestras vidas son por lo general aburridas y carentes de aventuras, que ninguno llega a ser héroe o a hacer enormes hazañas, sino que vamos flotando en lo ordinario y que éste es el destino para casi todos. Y sí, pero escribir de lo simple y lo ordinario y transformarlo en memorable y extraordinario es un talento que muy pocos tienen. Y a mí me gusta mucho que un escritor sea capaz de hurgar de esta manera en las cosas terrenales, sin importancia aparente.
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Otra cosa que me gusta muchísimo de Zambra es que es uno de los pocos escritores que he leído que no se ha olvidado de cómo era cuando niño. Tiene varios relatos en los que rescata la perspectiva de alguien joven, muy joven, de las cosas que se cuestiona uno a esa edad, de los miedos de entonces, de las boberías y los detonantes de la curiosidad. Esta mirada está en varios relatos de Maneras de volver a casa, de Mis documentos y de Literatura infantil. Y me parece muy importante que él regrese a tratar de recordarse en esa etapa y quizá, en dado punto, reconstruirse como adulto.
Se me antoja mucho leer Cuento de navidad, recién publicado por Gris Tormenta, un texto que parece estar más vinculado con el ensayo. Siento que Zambra, escriba lo que escriba, es uno de esos que no te cansan y que siempre sorprenden. Apenas en esta semana le otorgaron el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, y yo estoy contenta por ello. Lean a Zambra, de verdad que lo van a amar.