Regreso a clases

regreso a clases
El regreso a clases de 2025 fue atípico. Foto: Secretaría de Educación de Guerrero/Facebook.

Hace algunos días se reanudaron las clases en la Ciudad de México. En las primarias por alguna extraña razón las comenzaron el jueves 9 de enero y no el lunes 6 o hasta el lunes 13. Es inusual comenzar actividades a media semana, pero al final no hay que darle muchas vueltas: si así es la instrucción así es y punto. 

Me enteré de que muchas mamás habían decidido no acatar esta instrucción. En chats y Facebook comentaban y preguntaban cuántas llevarían a sus hijos el jueves, como se indicaba, y cuántas los llevarían hasta el lunes. Yo misma vi en Facebook memes al respecto y leí los comentarios de muchas personas que optarían por la segunda opción. 

También escuché argumentos que defendían esta decisión. Que quizá las mamás seguían de vacaciones y preferían aprovechar el tiempo con ellos, que era igual pesado pensar en todo lo que implica que vayan dos días nada más (preparar comida, uniforme, etc.), que puede haber muchos factores (seguro, y la responsabilidad no entra en la ecuación).  Según lo que vi, no hay espacio para preguntarse si esta acción puede sembrar la semilla de la irresponsabilidad, o que el niño aprenda que no pasa nada si no se cumplen las reglas, o simplemente pensar que el niño de hecho sí quiere ir a la escuela. 

Yo, que no soy mamá, no tengo que tomar esas decisiones y jamás voy a comprender lo que las mamás pueden pensar ni priorizar. Pero sí fui niña. Y sí recuerdo que se siente feo que no te tomen en cuenta ni te pregunten por lo que quieres o sientes. Yo fui esa niña rara a la que no le gustaba perder clases, esa loca que se alegró mucho porque la varicela le cayó en vacaciones de semana santa y no tendría que faltar a la escuela. 

Sé muy bien que la maternidad es un aprendizaje diario, que por lo general las mamás lo único que buscan es hacer las cosas lo mejor posible, que no son infalibles y que todo el tiempo hay ventanas amplias para las equivocaciones y ni modo, así es la cosa. Pero luego los hijos viven las consecuencias de esas decisiones. Y ni modo otra vez. Porque es imposible hacerlo todo bien.

Cuando estaba en primaria mi mamá me metió a clases vespertinas de danza. Pero decidió, para ayudarme, que las primeras semanas de clases iría sólo a la escuela normal y ya después de haberme “adaptado” me llevaría a danza por las tardes, sin importar que las fechas de inicio de ambas escuelas eran las mismas. De modo que entré tarde a danza, cosa que a mi mamá le pareció insignificante, algo que hizo para apoyarme, pero que yo no sentí así. Cuando llegue a danza todos estaban en un nivel que yo no tenía, ya sabían los pasos y las coreografías. Y yo era sólo la retrasada. Mi mamá jamás me preguntó, decidió por mí porque creyó que era lo mejor, como hacen las mamás. Y yo me sentí como una tarada al lado de los otros.

Debo mencionar que esa fue una excepción. Mi mamá me enseñó a ser responsable y a hacer las cosas como se indican, me lo enseñó demasiado bien. Yo era también la niña a la que le escondían la mochila el fin de semana porque estaba obsesionada con hacer toda la tarea de un jalón, en lugar de jugar un poco (una vez a los 12 salí con un niño a comer helado, cuando regresamos a mi casa le dije que se tenía que ir porque yo debía hacer mi tarea). 

Creo que toca pensar en lo que pueden sentir los niños, en lo que pueden aprender a partir de nuestras decisiones o cómo éstas pueden repercutir. No digo que sea fácil para las madres, entiendo que hacen lo mejor que pueden. Pero no sobra preguntar. ¿Quieres ir a la escuela o quedarte a jugar más días? Quizá alguien responda que prefiere ir a la escuela para no perderse de cosas. Tal vez yo soy la única rara. Pero hubiera preferido que me dejaran tomar la decisión y la respetaran. 

Cuando conté esta historia me dijeron que en lugar de enojarme debería estar agradecida porque mi mamá con todo lo que seguro tenía que hacer todavía me apuntó a las clases de danza. Sí, pero ese no es el punto en este momento. ¿Acaso lo que yo sentí no cuenta? Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Nadie me preguntó si yo me sentía bien o si me sentía una idiota por haber entrado tarde a las clases.

No sabemos si en dos días de no ir a la escuela pueden pasar cosas importantes o cuál será la idea que los niños se hagan sobre la escuela (o sea que falto y no pasa nada e incluso mi mamá lo apoya). Y la realidad es que esas mamás tomaron la decisión pensando en lo que consideraron mejor, pero tal vez se equivocaron. Y quizá no alcanzaron a verlo.

Repito, no soy mamá, pero fui la niña que se sintió alienada y estúpida. Yo no sabía siquiera que estaba entrando tarde, hasta que una niña me preguntó por qué había ido apenas a clases. Y nadie se preocupó por cómo me sentí. 

Con este tipo de cosas es que me siento marciana, como de otro planeta, porque no entiendo situaciones que a muchos se les hacen de lo más normal. Yo no entiendo y me indigno por cosas que para los demás no tienen importancia. Pero con todo, siento que tengo algo de razón y que los sentimientos no deben ser invalidados o minimizados por más ridículos y fuera de lugar que parezcan. 

Y usted ¿llevó a sus hijos a la escuela en la fecha estipulada o los dejó jugar alegremente porque no pasa nada?

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *