Trabajar en una editorial

Foto: lil_foot_/Pixabay.

En 2014 estaba trabajando en un centro cultural, me iba más o menos bien, estaba aprendiendo cosas y me alcanzaba para mis gastos; no era mi trabajo ideal, pero era tranquilo, con buen horario y en ese momento me bastaba. De pronto, en octubre de ese año, nos corrieron a todos (esa historia se las contaré después porque tiene unos detalles bien divertidos) y no hubo de otra que buscar otra chamba.

Al año siguiente comencé a trabajar en una editorial, yo estaba muy feliz porque siempre me han gustado los libros. Para entonces ya tenía nociones de corrección de estilo y me interesaba trabajar más de cerca en el mundo del cuidado editorial y todo lo que eso implicaba (aunque por supuesto en ese momento lo tenía bien romantizado y no tenía idea de un montón de cosas).

La felicidad me duró bien poquito porque me di cuenta de varias situaciones que estaban muy mal (y que yo no podría cambiar o siquiera sugerir que cambiaran). El lugar era una imprenta (no una editorial, y lo peor es que no se percibía que ambas cosas eran muy distintas la una de la otra); no había un catálogo o una línea editorial; no se buscaba tener un trato con los autores ni se valoraban sus obras realmente; no se hablaba de derechos de autor, apenas se entendía lo que era un ISBN o para qué existía. Me di cuenta de que me interesaba ese mundo: hacer corrección de pruebas, ver tipografías, diseños, colecciones, comenzar los caminos de la edición, pero que definitivamente el lugar en el que estaba no era el correcto. Así que decidí aprender e informarme, con toda la seguridad de que algún día llegaría a una editorial de a de veras.

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Y lo estuve buscando hasta que lo logré. Casi siete años trabajando en Ediciones Era dan cuenta de ello. Nunca he contado esto, pero eran tan grandes mis ganas de salir de aquel lugar que acepté un sueldo en Era por la mitad de lo que estaba cobrando, y para hacer un trabajo que no era directamente lo que estaba buscando (pero del que he aprendido y sigo aprendiendo montones).

¿Y a dónde quiero llegar con todo esto? Es un hecho que la experiencia editorial en Era no se compara con lo anterior. Como ejemplo diré que una de las primeras cosas que escuché en Era fue: “Los autores son lo más importante en una editorial” y no pude sino compararlo con lo que había escuchado antes: “Los autores son clientes y tienen que pagar”. A lo largo de estos bonitos años he tenido enormes experiencias y aprendizajes. Casi todo lo que tiene que ver con la industria editorial es muy hermoso: desde lo obvio que es hacer libros, hasta promoverlos, armar exhibiciones especiales para las librerías, buscar ferias de libro y colarse con éxito, organizar eventos con los autores y que figuren en los medios. Por supuesto está también lo menos obvio y no tan lindo como las cuestiones administrativas, la cobranza, los pagos, en fin, lo que atañe a cada empresa.

La conclusión que me llevo de estos años de trabajo es que si el objetivo fuera hacerse millonario definitivamente una editorial independiente no es el camino a elegir, o al menos no en México (ignoro si en otros países es más sencillo). Y no por el oficio de hacer los libros en sí, sino por los constantes impedimentos. De por sí vender libros no es sencillo en un país que lee muy poco y donde la piratería abunda, a ese problemita hay que sumarle algunos otros: el margen de ganancia es muy pequeño, las librerías piden descuentos altos, los pagos no son constantes (eso si pagan y no se desaparecen con tus libros), los espacios para las ferias de libro son tan caros que es igual ir y esforzarse y vender que mejor tirar los libros a la basura, entre muchas otras cosas que sólo se conocen cuando uno ya tiene bien metidas las patas en este berenjenal.

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No es queja, que no se me malinterprete. Esto es lo que yo quería y lo que todavía quiero. Son sólo las ganas de relatar la experiencia. Hace algunos días nos comentaba nuestro diseñador que conocía a una chica que quería mudarse a la Ciudad de México para adentrarse en el mundo editorial y quería saber si le podíamos dar la oportunidad. Y sí, con enorme gusto. Pero dejamos en claro la importancia de que esté enterada de que trabajar en una editorial no es sólo corregir libros, elegir portadas y conocer escritores. Es pagar impuestos, programar los pagos de la nómina, es autorizar o no vacaciones de los empleados. Es hacer toda la chamba contable y administrativa (hay gente que trabaja exclusivamente para hacer facturas, consignaciones y perseguir pagos), y eso también viene en el paquete.

Por supuesto, esto es una editorial de a de veras en la que la gente entiende lo que es un catálogo y una tipografía, donde se tiene muy claro lo que se quiere publicar y por qué. Y sigo tremendamente agradecida de haber parado aquí. No es un mundo perfecto, obviamente, porque en realidad nada lo es, pero cada que me acuerdo del lugar del que partí y de todo lo que he aprendido al día de hoy me convenzo de estar en un buen camino. Y aquí seguimos haciéndole la lucha y que dure lo que tenga que durar.

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