Ustedes, incrédulos e ignorantes, que pensaban que la distancia socialmente creada entre hombres y mujeres era incorregible, que las diferencias salariales resultaban inmodificables, que la sumisión de la mujer a la estructura heteropatriarcal era insuperable, deberían inclinar la mirada ante la ominosa imagen que hoy se alza de nuestra única y, hasta ahora oculta, salvación, a saber, la poderosa letra E.
Sin embargo, no, no deben sentirse mal, sabemos muy bien que esta revolucionaria idea resulta sumamente compleja hasta para las mentes más instruidas, pues no pocos la han desacreditado tachándola de inservible y hasta de posmoderna, por no decir simplona. Es por ello por lo que he decidido explicarles a detalle cómo es que una simple letra del alfabeto podrá resolver aquellos problemas de género que han llegado a verse como irresolubles.
Se les advierte que no será fácil, de hecho, a veces, hasta los más doctos en temas relacionados con el “lenguaje inclusivo” tambalean cuando es momento de fundamentar cómo el cambiar de género a las palabras (les palabres para ser más incluyentes) puede apalear la violencia contra la mujer. Pero no crean que es por ignorancia, porque esta sea una teoría vacua (posmoderna) o porque únicamente repitan lo que está de moda sin entender cuál es su verdadera función – ¡Para nada! Antes bien, esto se debe, como ya lo mencionamos, a lo harto complejo que resulta el tema y, en mayor medida, a la mente tan cerrada de aquellos retrogradas que no aceptan el progreso social. Pero empecemos, ya que el camino es largo (y tortuoso).
Hemos visto cómo, a lo largo de los años y en diversas latitudes de nuestro planeta, ha fracasado, en mayor o menor escala, todo intento por superar las brechas existentes entre hombres y mujeres. Políticas públicas, reformas económicas, legislaciones laborales… Todo ha sido insuficiente ante la realidad atroz que la mujer vive, una realidad que no es ajena a nadie: violaciones, acoso, denigración, cosificación, amenazas, chantajes, desigualdad, abusos, exclusión, en fin, podríamos completar este escrito con todo lo que una mujer puede sufrir a diario.
Sin embargo – ¡oh amigues míos! – para nosotres les de mente abierta ha aparecido, a lo lejos de aquel horizonte hacia el cual siempre caminamos buscando mejoras, una imagen – ¿Es acaso una ilusión, una respuesta pasajera? – ¡No! Hemos sido testigos del advenimiento de la solución a todos los problemas antedichos. Pero esto no fue fácil; al principio dicha solución se apareció como una vaga forma, como una silueta que no lograba definirse, como una voz que a lo lejos le indica el camino al extraviado quien tiene que enfocar todas sus energías en ella para no perderla y así poder recuperar sus pasos.
Pero ¿qué es lo generó tan grande dificultad para hallar la solución última contra el heteropatriarcado? La respuesta es fácil: estábamos muy llenes, muy atiborrades de teorías sociopolíticas y pensamientos filosóficos racionales que intentan explicar todo con fundamentos, pues ¿uno para qué quiere saber de filosofía, sociología, antropología, etc., para darle libertad a la mujer cuando la solución a la que habíamos de llegar a veces ni siquiera requiere gente con estudios?
Era necesaria una purga, una limpieza, debíamos vaciarnos, simplificarnos, aligerarnos, es de ahí de donde nace nuestra amada teoría del género neutro para les plurales, nuestro pensamiento simple, que no simplón, y ligero, que no vacuo como muchos críticos lo han querido hacer ver. ¡Que ilusos! Vacío y simplón es querer solucionar un problema desde su raíz y no, como lo hacemos nosotres, atacando simplemente a la consecuencia que es lo más notorio y evidente, para qué gastar el tiempo con teorías profundas y difíciles cuando la solución la tenemos, literalmente, en la punta de la lengua, ¿no?
Piénsese un momento en el ejemplo siguiente, porque incluso con esto estamos refutando hasta la praxis de la ciencia médica, – no cabe duda, ¡qué grandes somes! – Cuando vamos al médico, arribamos al consultorio arrojando síntomas a cada segundo, es decir, el médico lo que ve es una persona que, en su malestar, le va mostrando todos los rasgos sintomatológicos que trae consigo, ya sean, si es una gripe común: ojos llorosos, tos, fiebre, congestión nasal, etc. Ante esto, el médico, con su ojo clínico, crea un análisis e, indebidamente, trata de ir al agente patógeno que causa dichas sintomatologías. ¡Qué necio! ¿Por qué buscar la respuesta ahí donde es confusa y difícil? Si el paciente tiene mucho catarro y, por ende, lo que le afecta es la excesiva congestión nasal, el médico debería buscar la solución más rápida y eficaz a dicho malestar, a saber, sonarse.
Para qué quiere el paciente un remedio de una semana ingiriendo pastillas y sin salir de casa cuando la respuesta la tiene en un pañuelo y en qué tan fuerte se suene. Para qué quiere la mujer una mejora salarial si la primera solución es que su jefe les diga: “Buenos días EMPLEADES”. ¡Ah, qué reconocida debe sentirse esa mujer, qué gozo ha de vivir al saber que ya no forma parte de un “EMPLEADOS” sino de un genero neutro que la reconoce en tanto igual! Del salario podemos hablar después, el primer paso ya lo hemos dado, hemos arribado a la igualdad y sin quemarnos las pestañas con tantas formulaciones teóricas confusas.
¿Se nota este progreso, logran percibirlo? Si la respuesta es que no, se debe a su fatal adoctrinamiento a las estructuras patriarcales, pues ¿Quién no puede ver que la verdadera respuesta, que el primer paso para abolir la violencia de género se encontraba en una pequeña modificación de los plurales, en cambiar un “compañeros” lleno de odio por un “compañeres” integrador?
Y es que, al igual que con nuestro gran ejemplo del médico y su mal diagnóstico, con el lenguaje pasa lo mismo. El idioma representa y explicita el contenido propio de todos los elementos, incluidos los malestares, internos de una sociedad. Cuando hablamos estamos, además de comunicándonos, arrojando síntomas, ideas, cosmovisiones propias de cada sociedad, pues, el lenguaje, al formar parte del orden simbólico de los sujetos, se va estructurando, modificando y reconfigurando en relación constante con el espectro social y cultural, ya que, si bien, cuando un sujeto entra a una sociedad, al nacer el lenguaje lo condiciona, determina la comprensión de su realidad al delimitar el significado de lo que conoce y conocerá, pero, a la par, todos esas personas estructuradas según su lengua van modificando también su propia lengua, lo que hace que esto se convierta en un círculo constante de retroalimentación significativa.
Pero esperen, aquí ya empezamos a teorizar un poco, y eso no va con el estilo de los del género neutro para plurales, así que simplificaré lo anterior, es decir, lo aligeraré. Lo que pretendía decir es que, todo idioma lleva consigo rasgos de la sociedad, y si una sociedad es heteropatriarcal, la forma en la que se hable explicitará dichas relaciones dispares entre géneros, es decir, el idioma arrojará síntomas tal como el paciente cuando va al médico.
Pero nosotres no somos ese médico, nosotres hemos salido del error y sabemos que debemos ser superfluos, que no hay que ir al fondo del asunto, que no hay necesidad de profundizar y tratar de cambiar las bases y las instituciones que han provocado esta violencia contra la mujer por tantos siglos. Simplemente, al igual que con el paciente acatarrado, tenemos que atacar el síntoma más visible, la consecuencia más palpable y darle solución, y como donde nosotros percibimos esa mayor desigualdad y violentación es en los plurales, ahí es donde hemos atacado, ahí es donde hay que poner todos nuestros esfuerzos, en modificar sólo uno de los rasgos secundarios del heteropatriarcado, pues ¿para qué ir hasta su núcleo? ¿para qué pensar en soluciones que minen sus verdaderos cimientos? ¿para qué reeducar a la sociedad y modificar conductas nocivas como la obligación de las niñas de llevar falda y los hombres pantalón al colegio si todo eso es el fondo del asunto y nosotros queremos sencillamente maquillar / solucionar el problema atacando una de sus formas más obvias?
Cuando esas mujeres incansables en su lucha contra el heteropatriarcado se dirigen hacia un conjunto de personas pluralizando, como es debido, con nuestra amada letra E, lo que hace, aunque no lo parezca, es pelear cara a cara contra todos esos siglos de denostación y crueldad, le está gritando face a face a la desigualdad que ella se asume dentro de una colectividad sin género. ¡Qué valentía!
Y sí, muy probablemente aquella revolucionaria o revolucionario que luchan por una igualdad de género se vayan ese mismo día de fiesta a disfrutar de las amenidades y profundidades de la tan sublime música popular urbana conocida por los melómanos como reggaetón cuya letra no para de arrojar toda esa violencia contra la mujer al cosificarla y verla como objeto de satisfacción del hombre poderoso y acaudalado. Pero no piensen mal, esto no es una contradicción ni una paradoja y, mucho menos, una tomada de pelo, pues muchos dirán que en el día a día mantienen un discurso hipócrita por puro postureo queriendo parecer progresista mientras que los fines de semana se la pasan disfrutando de esa cultura heteropatriarcal que critican y combaten con la letra E. En realidad, todo esto tiene un trasfondo, ya que estas personas, al querer modificar la desigualdad mediante la alteración del lenguaje, necesitan empaparse de todas esas formas prosaicas y corrientes del lenguaje heteropatriarcal. Es por ello por lo que recurren a estos entretenimientos vulgares de fin de semana, porque tienen un compromiso con la mujer, por lo que ni siquiera debe pasar por nuestras mentes que disfrutan de tales fiestas, de hecho, muy probablemente, lo sufren mientras bailan y se emborrachan al ritmo del siempre repetitivo compás sincopado de 4/4 tan característico del reggaetón, pero es su labor, y la hacen con ahínco – ¡Qué bravura, qué dedicación, qué progresistas! ¿Verdad?
¿Ahora lo entienden? ¿Ahora ven cómo no es una incoherencia ni perdida de tiempo el pluralizar todo con la E? Esto es la única forma en la que el cambio y el camino a la igualdad puede cruzarse. Dejemos de engañarnos con otras soluciones falsas, pues tenemos ahora la respuesta correcta. Tengan fe y confianza en ella, pues nos guiará, tal cuál como el cristianismo, a los mejores derroteros, y si aun mantienen la duda en su interior, sólo piensen que gracias a mantener la fe en la doctrina cristiana gran parte de la humanidad ha llegado hasta lo que es ahora, con nuestro pensamiento progresista e incluyente pasará lo mismo, ¿No es esto de lo más atrayente? Un creer sin pensar, un hablar sin razonar, ¿qué más pueden pedir el sujeto de a pie?…