Tus dientes, abue Eva

dientes abue Eva
Foto: Juan Pedro Salazar/ElTecolote.

Tus dientes era una de tus posesiones más queridas, pero cuando se necesitaba también los usabas para hacernos reír, ¿lo recuerdas, abue Eva?

Quizá por eso, cuando ocasionalmente hablabas de la muerte, pedías que te enterraran con esa prótesis que te compraste hace años y que cuidabas como si fuera un tesoro.

Por eso, cada noche, la cepillabas con cariño y la dejabas remojando en un vasito transparente, con agua.

Y te lucía muy bien, al grado que siempre que sonreías, hacías la mueca más grande posible, no solo para mostrar tu alegría, sino también para que viéramos tus dientes blancos, abuelita.

Te invitamos a leer: Doña Evita

Aún recuerdo aquella noche que nos hiciste reír como locos. Te habíamos ido a visitar a aquel ranchito en Veracruz y estábamos a punto de dormir, cuando te vimos sin dientes.

A mí me dio pena decir algo, porque no sabía cómo ibas a tomar que abriera la boca, por fortuna, uno de mis hermanos se animó a preguntarte por tus dientes y ahí comprobé lo buena persona que eras.

No te enojaste. Te empezaste a reír y nos contagiaste con tu risa. Ya no sabía si la carcajada era por verte sin dientes, por que lo tomaste con mucho humor o por que era tu manera de hacer reír a tus nietos.

Y sabes, aún me da risa ese momento. Aunque también es cierto que hoy, más que otros días, extraño tu alegría.

Y es que me acordé de tus dientes en la madrugada, cuando veía tu foto y note esa dentadura blanca que tan feliz te hacía.

Nunca te pregunté su historia, pero algo me dice que ahorraste por semanas, quizá de las ganancias que te dejaba la tienda que tenías en aquel ranchito, o de los tamales que salías a vender cada domingo a primera hora, o de los arreglos que hacías para las fiestas de Maravillas, o de cada una de los trabajos que hacías para tener un extra.

Por eso pediste que cuando la mala hora llegara, te enterraran con tus dientes, abue Eva, o eso me platicó mamá, en uno de los descansos que nos dimos el día que te velamos, hace ya un año, en compañía de quienes te quisimos.

Te puede interesar: Afortunado

Y qué fuerte decir que ya pasó un año. Aún siento el hueco en el estómago cuando recuerdo aquella tarde del martes 2 de abril de 2024, cuando mamá me habló para decirme que ya habías fallecido, a las 18:10 de la tarde.

Y entonces los recuerdos se arremolinan en la mente: tú con el vestido que celebraste tus bodas de oro, las cientos de flores que te pusimos, las canciones que te acompañaron en esas últimas horas que estuviste en casa, el camino al panteón, la flor más bonita del día cayendo sobre tu féretro, la tierra recordándonos que al final todos seremos polvo, pero que tú, tus recuerdos, tus dientes, Eva, sobrevivirán mientras haya quien te recuerde.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *