Yo le pregunto: ¿Qué hacer con estos pedazos?

Qué hacer con estos pedazos
Foto: especial.

Un día llegó a mis manos un libro de Piedad Bonnet titulado Lo que no tiene nombre. Creo que es uno de los libros más dolorosos y tremendos que he leído, y es todavía más tremendo porque cuenta una historia real, la del suicidio del hijo de la autora y toda la avalancha de complicaciones y tristezas que eso trae consigo.

Entonces me pareció que Piedad era una excelente escritora que podía llevarte de la mano a través de situaciones horribles con una enorme complicidad. Quizá esto había sido más fácil por tratarse de una historia verdadera, porque se sentía muy honesta y también porque en estos casos la empatía suele darse sin problemas.

Acabo de leer su novela Qué hacer con estos pedazos y encontré esa misma desnudez, ese mismo dolor y a la increíble escritora que es Piedad que hace de situaciones tremendamente cotidianas verdaderas obras de arte que llegan a lo más profundo del lector. Esta novela tiene una premisa simple: un matrimonio se tiene que ausentar unos días de su casa pues la cocina va a ser remodelada. Se irán a tomar unas vacaciones a Cuba tranquilamente en lo que dura el proceso, mismo que será supervisado por la señora que por años les ha limpiado la casa y preparado sus alimentos.

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Es sencillo, pero, como la vida misma, el diablo está en los detalles y así es como en la sencillez se esconden abismos y en lo cotidiano se gestan batallas. Lo nota perfectamente la autora y lo anuncia en las primeras páginas: “A veces basta tirar una piedra sobre un tejado para que la casa se desmorone.” Emilia y su marido llevan años casados, una unión que con el tiempo se ha hecho tediosa, insatisfactoria y frustrante, al menos así lo es para Emilia —la novela está narrada en tercera persona, pero en realidad lo que nos muestra es la perspectiva de Emilia—. Es un matrimonio de silencios y pasividad, pues ahí los pocos espacios para las palabras o las acciones pueden ocasionar incendios.

Por si la insatisfacción de un matrimonio de este tipo no hubiera sido suficiente para sostener la novela, la autora decide que es necesario abrir el abanico a otros aspectos vitales que son igualmente opresivos y frustrantes. ¿Cómo no hablar de la pésima relación de Emilia con su padre y sus hermanos? ¿Por qué no entrar al doloroso terreno de la falta de entendimiento que tiene con su propia hija? ¿Qué poca imaginación no mencionar las cuitas existenciales propias de la edad, el abandono de sí misma, la soledad? Y para finalizar, ¿qué sentido tendría dejar de lado la precarización, la división de clases y los problemas sociales de Colombia?

Esta novela demuestra una vez más el enorme talento que tiene Piedad Bonnett para ahondar en las terribles cicatrices que dejan las múltiples batallas del día a día. Por supuesto que el viaje a Cuba no resulta lo que esperaban, por supuesto que la cocina no queda como debía, entre muchas otras cosas que salen mal. La remodelación de la cocina, eventualmente, se entenderá como una metáfora de aquello que en la vida se trata de arreglar, pero no se puede, de las malas decisiones y de la insensatez, del fracaso y de lo irremediable de las situaciones.

La novela da para pensar en muchas cosas, sobre todo en las maneras en que nos relacionamos con nuestros “seres queridos” que a veces no lo son tanto. A mí me puso a pensar mucho en la vejez y en el fracaso; pensar, por ejemplo, en que con el paso del tiempo todo se hace cada vez más pesado, pero al mismo tiempo las ganas de salir de la pesadez están disminuidas y uno comienza a conformarse con lo que hay porque se intuye que en realidad no hay mucho más hacia dónde hacerse.

Piedad me hizo darme cuenta de lo mucho que me aterra la pasividad ante los detalles, de lo mucho que comienza a reinar el silencio en la convivencia, con tal de sostener frágilmente unos minutos más de “paz”, de lo que es el cansancio por la vida y la desesperación de despertar todos los días ante lo mismo, con hartazgo, pero sin el ímpetu de hacer verdaderos cambios. No voy a ahondar en detalles, dejo la puerta abierta. 

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Lo que sí diré es que Piedad Bonnet es una de esas escritoras que penetran dolorosamente en lugares que uno ni siquiera sabía que tenía una herida. En esta novela nos demuestra con una sensibilidad apabullante y con una narrativa mordaz las dolencias de los seres humanos: su llanto, pero también su egoísmo, su tristeza, pero también su crueldad. Y su esperanza, apenas asomándose, tan sutil y frágil que, para el lector, no queda otro camino que la ternura y el escalofrío.

Qué hacer con estos pedazos es sin duda una obra maestra de la condición humana y del terrible peso de esta vida ordinaria. Y hay que leerla.

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