Me da miedo acumular ausencias y ahora parece que las colecciono. Una perdida por acá, una despedida por allá, un desprendimiento de ilusión o de una parte de mí más por allá
Una imagen diría por ahí: la vida me está obligando a dominar el arte de dejar ir. Y, sinceramente, no me gusta.
Sé que esto no va de lo que nos gusta o de lo que queremos tener, que aunque hay aspectos que podemos controlar, algunos otros siempre se nos saldrán de las manos.
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Pero no puedo con las ausencias.
Ayer, mientras recordaba sobre lo que me faltaba poner en la ofrenda, colapsé. Y es que este año decidí colocar bebidas que mis abuelos tomaban. De Eva y Juan: café de grano. De Pedro, un licuado de betabel con guayaba.
Y esas bebidas me hicieron volver a sentir la profundidad de las ausencias. Recordé que Pedro tomaba el licuado cada mañana. Me acordé del pocillo y después del pequeño vaso rosa en el que lo tomaba. Vinieron a mi mente los días que abue Melda también nos daba y mis intentos por replicar la receta. Y me dolió que la Sombra ya no esté aquí.
Me pasó lo mismo, segundos después, con mis abuelos maternos al pensar que siempre tenían su taza de café de grano en la mesa. Que abue Eva ponía el pocillo en la estufa y no dejaba de mover el café hasta que estuviera listo. Recordé ese aroma tan particular del café de Veracruz y cómo, cuando iba a visitarles, ella nos servía una taza y abuelo Juan nos decía: come pan, ahí hay pan. Los volví a traer a mi memoria y el hueco en el pecho, otra vez, se abrió.
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Pero no solo son las ausencias de los abuelos que ya no están. También es la perdida de versiones de mí que extraño, por ejemplo, aquella que tenía la sonrisa fácil y el brillo de la felicidad en los ojos. Ni qué decir de las personas que, de a poco, he ido perdiendo o que cada vez, por mil circunstancias de la vida, se alejan más y más.
Obvio agradezco haberlas tenido un ratito en mi vida. Obvio sé que fui feliz y disfruté. Pero eso no quita que la ausencia se vuelva a abrir cada que un recuerdo, un aroma, una palabra, un mensaje vuelto borrador o no visto, se cruza conmigo.
La vida son pérdidas y ausencias, cada vez me convenzo más de ello. Y aún así, quiero creer que las apuestas a veces sí salen bien.
