‘Soy de 1929’

soy de 1929
Foto: Juan Pedro Salazar/ElTecolote.

Te gustaba hacernos batallar porque cada que te preguntábamos cuántos años tenías, nos respondías con lo mismo: soy de 1929, así que nos obligabas a sacar la cuenta para saber tu edad exacta. Lo sé porque después de esa frases, esbozabas una sonrisa pícara, de esas que delata que alguien ha hecho algo que le ha causado gracias.

Y ahí íbamos, a contar, con los dedos, la mente o la calculadora, tu edad.

Nos acostumbraste tanto a ello que cada que alguien preguntaba cuántos años tenías, respondíamos en automático: es de 1929.

Recuerdo que por años vivimos en una gran confusión, pues celebrábamos tu cumpleaños el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, porque ese día, nos dijiste, era el que naciste.

La sorpresa fue mayúscula cuando nos dijiste que tu verdadera fecha de nacimiento era el 1 de julio, que así decía en los libros que fuiste a consultar, en una de las tantas expediciones que fuiste a hacer a tu tierra natal para arreglar tus papeles.

Y es que eras de esas personas que necesitaba tener todo en orden, sobre todo sus papeles, pues, nos decías, no se sabía cuándo se iban a ocupar.

Ya cuando los años te jugaban la mala pasada de hacer que las cosas se te olvidarán, te pregunté que cuándo habías nacido, y me dijiste: soy de 1929, del 1 de julio de 1929.

Y entonces, bromeábamos diciendo que te veías más joven que yo y que yo ya casi te alcanza en edad.

Había veces que me presumías que aún no usabas bastón, luego fue que gracias a dios aquí seguías, otras más que ahora no querías fiesta ni celebración, aunque sabías que lo íbamos a hacer.

Tu último cumpleaños fue bonito. Antes de que llegara la fecha, temíamos lo peor, que no llegarías a esa fecha, así que verte con tu camisa nueva -porque siempre tuviste una para estrenar en tu cumpleaños -, tu suéter azul y tu infaltable pantalón de vestir, nos llenó de mucha alegría.

Ese día comiste mole y arroz y tenías como dos pasteles y una gelatina en frente de ti. Aún recuerdo la fuerza con la que le soplaste a la velita y lo felices que estábamos de verte tan recuperado.

Y sí, cuando te preguntábamos por tu edad, volviste a ser el Pedro juguetón, la Sombra que decía: soy de 1929 y que nos hacía batallar para consultar su edad.

Hoy ya no estás, pero, sabes, cada tanto que alguien pregunta la edad de una persona, es imposible no pensar en ti y tu ‘soy de 1929’.

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